Todos los líderes políticos nacionales, salvo Yolanda Díaz, echaron ayer el resto en los actos de cierre de la campaña en Castilla y León. Pedro Sánchez y Pablo Casado libraron su último pulso antes de las decisivas elecciones de mañana en esa Comunidad. Los quince días de campaña y, sobre todo, lo que ha ocurrido durante este tiempo también en el ámbito nacional han igualado fuerzas. Las encuestas reflejan una bajada considerable del PP hasta el punto de que hay quienes vaticinan que Fernández Mañueco deberá gobernar en coalición con Vox o incluso que podría haber un gobierno encabezado por el PSOE. Más allá de la lógica autonómica de esta cita con las urnas, existe también una decisiva clave nacional: si el PP, que forzó un adelanto de las elecciones, tiene que coaligarse con Vox representaría un duro revés para las expectativas de Casado.

Los ciudadanos de Castilla y León viven hoy la jornada de reflexión antes de acudir a las urnas que mañana dirán si es cierto, como vienen augurando las encuestas, la pérdida de apoyos por parte de los populares. De confirmarse esta tendencia, el PP sufriría una transferencia de apoyos en el espectro amplio del centro-derecha hacia Vox, como consecuencia tanto del lógico desgaste que producen las más de tres décadas al frente de la responsabilidad de gobierno en la Comunidad, como de errores de estrategia en la campaña, a los que no es ajena la dirección nacional.

El PSOE temía que estas elecciones, tras las de la Comunidad de Madrid el año pasado, marcaran un ciclo electoral de victorias claras del PP hasta llegar a las generales. Sin embargo, el giro en las encuestas ha insuflado ánimos entre los socialistas, como lo demuestra la participación de Sánchez en los actos de los últimos días de campaña. De cualquier modo, lo único claro es que el resultado está hoy mucho más abierto que hace dos semanas.