Por
  • José Ignacio Domingo Regidor

La carne y los debates equivocados

Ejemplares de vacuno de carne en una explotación aragonesa.
La carne y los debates equivocados.
Patricia Puértolas

Las desafortunadas declaraciones del ministro de Consumo, D. Alberto Garzón, han provocado un debate, a mi juicio, equivocado sobre nuestro modelo de producción de carne. 

Un modelo que en cuanto a calidad y seguridad alimentarias está entre los mejores del mundo y cumple con las exigentes normativas europeas. Algo que todos deberíamos tener muy claro a estas alturas.

Sin embargo, como demasiadas veces nos ocurre, el debate estos días ha terminado derivando en elegir: o ganadería intensiva o extensiva. Un debate erróneo porque para este país los dos modelos son necesarios y ambos producen alimentos de gran calidad, en Aragón tenemos los ejemplos del Vacuno, del Ternasco de Aragón (IGP) y del Jamón de Teruel (DOP).

No resulta sensato oponer la ganadería extensiva a la intensiva

Preferimos perdernos con el concepto indefinido de ‘macrogranja’, cuando España es el único país que tiene limitado el tamaño de las granjas porcinas y ocupamos el puesto décimo en Europa en censo medio de animales (500), ranking que encabeza Dinamarca con medias de 3.500.

Dejamos de lado que, en buena parte de nuestro medio rural despoblado, tanto la ganadería extensiva como la intensiva vertebran el territorio. En el caso de Aragón, el 60% de la renta agraria depende de la ganadería (principalmente de la intensiva) y más de la mitad de las 7.000 explotaciones ganaderas se ubican en municipios de menos de 1.000 habitantes. En las comarcas más despobladas de Aragón (menos de 7 hab/km²), entre un 30% y un 40% de su empleo depende del agroalimentario. Sostenibilidad social muy clara que algunos no ven.

Obviamos que Aragón exporta productos cárnicos a 78 países por un valor superior a los 1.700 millones de euros, aportando 1.200 millones de euros de superávit comercial, un dato nada baladí.

El debate solo parece querer dirigirse hacia las asignaturas pendientes en sostenibilidad ambiental de la ganadería intensiva, y es verdad que las hay y que no debemos obviarlas, pero se olvida explicar cómo el sector actúa y trabaja en consecuencia. Aplica con éxito la ‘economía circular’ (mucho antes incluso de que la Unión Europea hablara de ello) y en los últimos treinta años ha reducido un tercio el consumo de agua necesario para producir un kilo de carne. Se trabaja en reducir las emisiones y a día de hoy la realidad es que la ganadería solo supone un 7,8% de las emisiones totales (ver inventario de emisiones del Ministerio para la Transición Ecológica). Mejoras que continuarán en los próximos años con las energías renovables y la aplicación de nuevas tecnologías. Hay que añadir que el sector cumple con la rigurosa normativa europea sobre bienestar animal, la más exigente del mundo.

Queda el reto del consumidor, que nunca aparece en el debate y que es siempre el juez último de cualquier actividad. El sector deberá estar atento a desarrollar nuevos y mejores alimentos para el futuro, un futuro hoy difícil de vislumbrar ya que seguramente los alimentos que triunfarán aún no han sido creados. En toda esta mejora continua que ‘motu proprio’ realiza el sector sería de gran ayuda que los Fondos Next Generation llegaran con agilidad al sector para acelerar todos los cambios que la sociedad reclama. A día de hoy aún esperamos conocer cómo se aplicarán.

Necesitamos las dos para promover el desarrollo del medio rural y garantizar la soberanía alimentaria

Tres enfoques (social, económico, medioambiental) con los que abordar el futuro, con los que analizar dos modelos complementarios (me niego a calificarlos de opuestos) de ganadería.

El debate más importante, el estratégico, apenas se nombra. Los consumidores europeos hemos aprendido durante la pandemia que disponer de un aprovisionamiento asegurado de alimentos es estratégico para la estabilidad de nuestras democracias y el sector cárnico, fundamental para asegurarlo. Si reducimos o prescindimos de una parte de nuestra ganadería, ¿estamos dispuestos en Europa a hacernos dependientes de mercados externos igual que para las mascarillas, las vacunas o los microchips?

Con la soberanía alimentaria y el modelo de producción de alimentos nos jugamos muchas cosas como sociedad, entre otras, buena parte del futuro de la España despoblada. Y como para casi todo, en ese camino, el diálogo, el conocimiento mutuo y el análisis riguroso de fortalezas y necesidades serán premisas imprescindibles. Un camino que difícilmente recorreremos manteniendo debates equivocados.

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