Por
  • Carmen Magallón

Proliferación nuclear

Armas nucleares en un desfile en Corea del Norte.
Proliferación nuclear.
Efe, Reuters

En este mes estaba previsto que se celebrara en Nueva York la décima Conferencia de revisión del Tratado de No Proliferación nuclear (TNP). 

Ha tenido que posponerse por la covid. Y ya es la segunda vez. Es una pena porque, siendo el TNP uno de los acuerdos más importantes del régimen de desarme, urge sacar a la luz los incumplimientos y la problemática asociada. Son 191 los Estados parte, entre los que se incluyen los cinco oficialmente poseedores de armas nucleares -en la realidad, son más- y la revisión periódica es una vía para robustecer el compromiso. El TNP se asienta en tres pilares: el desarme, la no proliferación y el derecho al uso de la energía nuclear para producir electricidad. A los países poseedores les obliga a dar pasos hacia el desarme, por lo que en congruencia tendrían que firmar el Tratado de Prohibición de Armas Nucleares (TPAN), en vigor desde hace ahora un año, cosa que no han hecho. En cuanto a la proliferación, tanto la horizontal -más países poseedores- como la vertical -la modernización y diseño de nuevas armas-, constituyen amenazas crecientes que deben ser monitorizadas. El tercer pilar, la producción eléctrica a partir de la fisión nuclear, conlleva una problemática específica puesta de nuevo a debate tras lanzar Europa la idea de que la energía nuclear es verde. ¡Qué barbaridad! ¿Acaso puede olvidarse que no hay solución para los peligrosos y duraderos residuos radiactivos? ¿Y qué decir de los gravísimos accidentes nucleares que hemos conocido?

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