La Fundación del Español Urgente acaba de anunciar, como cada año, la palabra más representativa del 2021.

 Su elección, ‘vacuna’ -en 2020 fue ‘confinamiento’-, es una muestra de cómo las palabras que utilizamos reflejan la vida: la pandemia lo ha eclipsado todo y el resto de las cosas han pasado a un plano muy secundario. Pero si dejamos la pandemia a un lado, en mi opinión la palabra del año podría haber sido ‘rebaja’: nos volvemos locos ante el anuncio de un descuento, aunque sean céntimos (en mi sector, el libro, el máximo permitido por la ley fuera de ferias es el 5%: la mayor parte de las veces, la rebaja no llega a un euro), pues nos hace sentir que hemos comprado bien y, por tanto, somos inteligentes y ahorradores. Esa rebaja es la excusa para no cuestionarnos si nuestro poder adquisitivo nos permitía comprarnos ese teléfono, hacer ese viaje o endeudarnos para pagar ese coche con las máximas prestaciones, o en realidad debíamos haber adquirido algo de una calidad algo inferior y más económico.

Nos bombardean desde todos los frentes diciéndonos que tenemos derecho, que nos lo merecemos (ya sea un tinte para el pelo o la fibra óptica más avanzada), e interiorizamos que sí, que es verdad, que con nuestros exiguos salarios tenemos derecho a tener lo mejor: nuestra felicidad y nuestra autoestima dependen de ello. Queremos tenerlo todo y de la mejor calidad, pero pagando lo mismo que si compráramos algo del montón. Las cuentas no salen, pero a ver quién es la aguafiestas que lo dice.

Eva Cosculluela es librera