Por
  • Maru Díaz

2022: Disputar la esperanza

Nuestra tarea política para 2022 consiste en ser artesanos de la esperanza.
Nuestra tarea política para 2022 consiste en ser artesanos de la esperanza.
Pixabay

Estas Navidades he vuelto a leer a Cortázar. 

En medio de la vorágine de la pandemia llevaba meses sustituyendo novelas por ensayos científicos y cuentos por ‘papers’. Sin embargo, estas Navidades ha vuelto a caer sobre mis manos ‘Rayuela’ y una de sus frases me ha acompañado como un mantra durante todos estos días. La pronuncia Etienne, uno de los mejores amigos del protagonista, y dice así: «Probablemente de todos nuestros sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose». ¿Qué puede significar algo así en estos días que vivimos sumidos en la falta de expectativas e incentivados a abandonar el futuro? ¿Quién se puede permitir vivir sin esperanza?

Tras estos casi dos años de pandemia, la política de nuestro país se está viendo inmersa en un proceso acelerado de agonismo e inmediatismo. Frente a los avances y aciertos del Gobierno de coalición, la derecha de nuestro país ha activado uno de los mecanismos más potentes para bloquear la acción: el miedo al futuro, el caos como horizonte y la apelación al ayer como marco garante de certezas. No hay más que ver a Casado resucitando los años dorados del aznarismo, o a Vox recuperando propuestas de los años 50 y apelando a la heroicidad de la toma de Granada frente a «invasores, tibios y traidores» o la caída de Tenochtitlan, como si en los últimos 500 años lo más reconocible de nuestra identidad hubiera sido ganar dos guerras. Este mecanismo de la añoranza conlleva dos principios implícitos: por un lado, que nada de lo mejor de nosotros mismos está por venir, y por otro, que lo que venga va a estar cargado de incertidumbre, que el mañana siempre es peor que el ayer.

Inocular esta forma de estar en el mundo sobre una parte de nuestro país, convenciéndola mediante discursos catastrofistas, nihilistas y de vencedores y vencidos es una de las formas más efectivas para desarticular los éxitos presentes que con mucho esfuerzo ya se están construyendo en pro de un futuro compartido mejor para nuestro país. Con más igualdad, con más justicia social, con menos precariedad, con más inversión pública. Y como todo esto ya no son promesas u ofertas sino realidades cotidianas y palpables la respuesta se vuelve feroz: ¡Abandonad toda esperanza, viene el caos! ¡La trampa está en el futuro! No hoy, porque no estáis viendo ni más paro, ni más crisis, ni más desigualdad, pero el mañana se avecina negro: no llegarán los fondos europeos (pero llegaron), van a tener que rescatar a España (crece el empleo), vais a destruir la economía de nuestro país con la subida del SMI (recuperamos cifras de paro del 2007), si aprobáis el ingreso mínimo vital tendremos una invasión de inmigrantes (no ha sucedido)… Siempre es el mismo ‘leitmotiv’: no confíes en lo que podemos hacer juntos por nuestro país. Abandona toda esperanza por un futuro mejor y más próspero.

Las élites conservadoras cierran el 2021 aprovechando la incertidumbre de la pandemia para hacer un doble o nada: ¡echen más caos a la hoguera! Intentando propiciar un pueblo enfermo por desesperanzado. La trampa está servida. ¿Quién puede permitirse el lujo de la desesperanza? Sólo pueden no esperar, no desear, no imaginar, no soñar, aquellos que tienen el presente más que resuelto. La esperanza siempre fue de la gente por su optimismo inconformista, y siempre es antagónica con las élites que ya disfrutan de un presente satisfactorio. No hay nada más propio a la vida misma que la esperanza y nada más sumiso que el desánimo.

Por eso es tan importante no ceder ante la apatía y la añoranza. Esa es nuestra mayor tarea política para este 2022: ser artesanos de la esperanza, alimentar las certezas desde los logros cotidianos. Transmitir a nuestros vecinos, paisanos, amigos que pueden tener fe en sí mismos, que, como país, sabemos, podemos y lo estamos haciendo mejor. Que debemos sentirnos orgullosos del futuro que estamos construyendo. Que no tenemos resueltos todos los problemas, claro que no, pero que tenemos confianza en nosotros mismos, confianza lúcida, de esa que no olvida ni todo lo que pasó, ni de dónde venimos, pero sí que aspira a dejar un legado mejor a los que vendrán. Porque sabemos que el futuro es la única herencia que la gente corriente legamos a nuestros hijos y la esperanza, la forma más sublime de construirlo.

Maru Díaz es coordinadora general de Podemos Aragón

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