Acaba de inaugurarse en la sala África Ibarra del edificio Paraninfo (antigua Facultad de Medicina y Ciencias) una exposición dedicada a las ‘Pioneras Ilustradas’, es decir, a las primeras universitarias licenciadas (y doctoras en algunos casos) en nuestra Universidad de Zaragoza.

 Quince mujeres procedentes de las cuatro Facultades existentes en la Universidad zaragozana en el primer tercio del siglo XX: Letras, Ciencias, Medicina y Derecho, que pudieron cursar los estudios universitarios libremente, sin permiso especial, tras la promulgación del Real Decreto de 8 de marzo de 1910. Esta norma legal permitía el ingreso en la Universidad de hombres y mujeres en igualdad de condiciones (al parecer, doña Emilia Pardo Bazán, como consejera de Instrucción Pública, tuvo influencia determinante en ello).

Entre esas quince mujeres se encuentran cuatro químicas que, siguiendo la cronología de sus licenciaturas, son: Donaciana Cano, María Antonia Zorraquino, Jenara Vicenta Arnal y Ángela García de La Puerta. En nombre de mi madre, María Antonia Zorraquino Zorraquino, quiero dar las gracias al Vicerrectorado de Cultura y Proyección Social, presidido por doña Yolanda Polo, por esta iniciativa, que mantiene viva y prolonga el trabajo de reconocimiento de las primeras mujeres universitarias que vienen protagonizando en nuestra ciudad diversos grupos de estudio, o de investigación (teórica y aplicada) desde hace ya algunas décadas.

La exposición inaugurada el pasado día 21 de diciembre ofrece de cada una de las quince universitarias elegidas una relevante y bastante precisa información biográfica, junto a dos cuadros que representan su imagen y muestran también algún objeto o actividad relacionada con sus estudios. Todo ello, mediante técnicas artísticas diversas. En el caso de mi madre, se ha partido de la fotografía de la orla de su promoción (1921-1925) para reflejarla, y se ha ofrecido asimismo la reproducción de un precioso microscopio. En el centro de la sala se ha colocado una vitrina que recoge documentación muy interesante sobre la mayoría de las pioneras, especialmente su expediente académico.

A mi juicio, dada su configuración, la exposición persigue un objetivo especialmente didáctico. Me parece claramente idónea para los más jóvenes, de todos los niveles: colegiales, alumnos de la ESO y bachilleres. Podrán ver a un grupo de mujeres que demostraron valentía a la hora de romper moldes, vocación clara y decidida, talento y, sobre todo, laboriosidad, así como profundo sentido de la responsabilidad, cualidades deducibles de sus expedientes; algunos de ellos (por ejemplo, el de doña Ángela García de La Puerta, o el de doña María Moliner) cuajados de sobresalientes y matrículas de honor. Las fotografías de dichos expedientes muestran también a unas jóvenes con indudable encanto personal.

Creo hablar también en nombre de mi madre (ella era muy rigurosa) si advierto de algunas imprecisiones que, sin duda, se subsanarán en publicación posterior. Por ejemplo, mi madre no obtuvo el Premio Extraordinario de Doctorado. Sí fue la primera doctora en Ciencias (Sección de Químicas) de la Universidad de Zaragoza, en el mismo mes (octubre de 1929) en el que, con poca diferencia de días, se doctoraron también Jenara Vicenta Arnal y Ángela García de La Puerta. Y es verdad también que fue la única mujer de su curso, junto a un conjunto de compañeros que fueron catedráticos de universidad con destacadas responsabilidades gestoras (José María Albareda, Francisco Buscarons, Juan Marino García Marquina, o Lorenzo Vilas, entre otros). Me consta que estudió con decidida vocación, total entrega y enorme exigencia personal, exigencia que volcó luego en la formación de sus hijos.

María Antonia Martín Zorraquino es profesora emérita de la Universidad de Zaragoza