Salud y prosperidad

Las desigualdades sociales se reflejan también en la salud.
Las desigualdades sociales se reflejan también en la salud.
Carlos Ortega / Efe

En estas fechas navideñas los amigos te suelen mandar mensajes cortos de buenos deseos para ti y tu familia. Este año hay uno que se ha repetido frecuentemente: salud y prosperidad.

El primero responde al año que hemos vivido. Me atrevo a señalar que ha marcado una frontera histórica. Desde infecciones masivas, muertes en soledad, confinamientos nunca vividos, junto con la heroicidad de nuestros cuidadores sanitarios. Hemos pasado un año en el que los embates del virus chocaban contra el dique de la vacunación. A final del 2021 creíamos que ya se acercaba el final pero de nuevo estamos en un nuevo rebrote del virus. Asistimos a una importante división de los ciudadanos. Algunos pesimistas y agoreros pronostican cierre de escuelas, hospitales colapsados, etc. Otros van más allá y, aprovechando este momento de confusión, desde opciones negacionistas y conspiranoicas, defienden su posición contra las vacunas. Y de nuevo, hemos de recordar que, gracias a las vacunas, elegida palabra del año, la morbilidad y la mortalidad son mucho menores. Hay una actitud que resulta muy preocupante y desgraciadamente cada vez se está extendiendo más. Consiste en dejar que la gente haga vida normal y que se aceleren los contactos y así intentar buscar la inmunidad de grupo. Detrás de esta opción hay un abandono de una parte importante de la población, a la que entregamos a la muerte, para que otros puedan vivir al máximo. Y los que dejamos atrás son los más vulnerables de nuestra sociedad. Confusión, miedo, inseguridad provocan reacciones difíciles de controlar, pero me quedo con lo que escribía Albert Camus en su obra ‘La peste’, tantas veces citada: «Algo que se aprende en medio de las plagas: que hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio».

La segunda palabra citada, en tantos buenos deseos para este año que comienza es prosperidad. Es una palabra que últimamente está siendo muy reivindicada y revalorizada en el mundo político. Cuando nos la desean nuestros amigos están marcando un desarrollo justo y sostenible. Yo añado, dado el momento histórico que vivimos, un crecimiento inclusivo con un acento especial en la reducción de desigualdades. Las razones para hacerlo nos las aporta ‘El informe sobre la Desigualdad en el Mundo 2022’ (publicado a principios de diciembre). En él se señala cómo un 10% de la población mundial acumula el 76% de la riqueza, mientras un 52% de la población se reparte un 2%. En nuestro país, un 1% de la población tiene la cuarta parte del patrimonio privado del país.

Un dato a reseñar son las importantes diferencias que existen entre países. Lo que nos puede llevar a inferir que las instituciones y políticas de los distintos países son relevantes para influir en la desigualdad. Ejemplo para demostrar tal hipótesis es comprobar cómo las desigualdades son muy altas en Oriente Próximo, Brasil, Estados Unidos o Sudáfrica, y más moderadas en otros países en desarrollo como Malasia o Uruguay y en la mayoría de los países europeos. El informe permite por primera vez comparar la distribución de la riqueza entre países de todo el mundo, desde la parte inferior de la distribución hasta la parte superior. La conclusión general es que la elevada concentración de la riqueza afecta a todas las regiones del planeta.

Es evidente que ambos deseos van unidos, dado que la falta de salud por la pandemia no ha hecho más que agravar las desigualdades ya existentes. La crisis de la covid-19 ha aumentado la concentración del patrimonio entre los más ricos, debido en gran medida a la fuerte subida de los mercados bursátiles y a la pérdida de ingresos y, por tanto, de capacidad de ahorro entre los grupos más pobres de la población.

Para este nuevo año yo también les deseo estas dos palabras citadas. Ahora bien, más que como deseos se las propongo como objetivos a conseguir con nuestra implicación. La primera, salud, venzamos el desánimo y el hartazgo, con la convicción de que el desarrollo equitativo es la mejor garantía para el legítimo desarrollo individual. Y prosperidad, pues el informe señalado nos permite concluir que las desigualdades sociales no son inevitables, las sociedades pueden corregir los niveles de desigualdad a través de las políticas públicas y sociales.

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