En estado de resistencia

Algunas personas jóvenes en la calle con mascarilla.
En estado de resistencia.
Kike Rincón / Europa Press (Archivo)

Pasamos, como en una montaña rusa, de un estado a otro. 

De la alarma a la incertidumbre. Del mando único, a la cogobernanza. De las reuniones de coordinación, al sálvese quien pueda. De la vuelta de las sonrisas, a las mascarillas 24 horas. La pandemia ha forzado las costuras del Estado de derecho y está llevando al límite el aguante de los ciudadanos. Pero esa resistencia cívica y responsable soportó los envites más crueles del virus y, ahora, algo muy parecido a la desgobernanza.

Hemos perdido la cuenta de las olas, de los decretos y de los recursos; hemos vivido desabastecimiento de respiradores, de equipos de protección, de mascarillas, ahora de test; hemos aprendido los nombres de todas las vacunas; hemos contado los confinamientos primero por quince días; luego, por diez, ahora, por cinco. Hemos hecho los deberes que exigía una situación extrema, inédita, terrible. Y ahora debemos superar el ‘efecto muro’ de los corredores de maratón cuando se acercan a la meta.

El Gobierno y el Ministerio de Sanidad no tienen transferida la responsabilidad

De Sudáfrica, donde fue detectada la variante ómicron, explosivamente contagiosa, llegan noticias esperanzadoras. La curva desciende allí tan rápidamente como subió, y con síntomas leves. Son datos que invitan a la esperanza, aunque la juventud de la población juega allí a su favor.

La actitud de los profesionales sanitarios y de la población, que acude a vacunarse masivamente, exige que cesen los bandazos y la falta de explicaciones por parte del Gobierno y del Ministerio de Sanidad, que no tienen transferida su responsabilidad, aunque lo parezca, a las comunidades.

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