Ese rayo de sol

Una mujer preparando la mesa para comer en casa
Ese rayo de sol.
Pixabay

En cuanto vio la bandeja de turrones sobre el mantel navideño, mi madre se arrancó a cantar ‘Aquí os traigo esta calabaza acabada llenar y esta larga longaniza que os será de buen gustar’

Del tirón yo seguí con el estribillo ‘parramplín, parramplía…’, y mi tía Amanda, que llevaba días protestando de la niebla y del mal clima de Zaragoza, también se animó. En ese momento salió un rayo de sol que entró tímidamente por la vidriera del salón. Ese rayo apenas duró un minuto, pero nos había dado ánimo suficiente para seguir entonando villancicos. Mi tía cortó los turrones en formato generoso, aunque yo le había pedido que para mí los cortase en modo Don Alfredo, es decir en modo posguerra, cuando mi abuelo Alfredo Marcellán racionaba el turrón como se racionaba todo. Después de la comida, recogimos la vajilla y los cristales. También guardamos los tableros que alargan la mesa, y reconstituí la mesa supletoria con sus macetas de orquídeas y su flor de pascua, que sobrevive desde las navidades pasadas. Cuando vi todo recogido, me quité el gorro de cocinera que había llevado todo el día porque me hacía más alta. El mantel de sobrepuestos que hace muchos años bordó mi tía Dorita apenas tenía un par de manchas. Con un ojito de jabón quedaría como nuevo. Me di cuenta entonces de que montar y desmontar mesas navideñas es algo a lo que podría dedicarme de continuo, porque no hay nada que me guste más. Las velas seguían encendidas. Me hacía duelo apagarlas pues su luz cálida y vacilante me recordaba ese rayo de sol que nos había alegrado tanto.

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