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Cartas al director de HERALDO: El dilema de las vacunas y el bien común

Fotos de los sanitarios recibiendo la tercera dosis de la vacuna conta la covid
El dilema de las vacunas y el bien común.
Toni Galán

El dilema de las vacunas y el bien común

Ramón de Campoamor dijo que "la libertad no consiste en hacer lo que se quiere, sino en hacer lo que se debe". 

Pongamos por ejemplo la pandemia, ¿cómo decidimos hacer lo que se debe? Podemos pensar que lo que debemos hacer es vacunarnos o no. La manera más efectiva para decidir cómo actuar es a través de la información. Hoy en día podemos informarnos hasta hartarnos. Si no nos bastan los medios de comunicación generalistas, disponemos de internet para contrarrestar o ampliar nuestros conocimientos. Convengamos que ya estamos informados, ¿qué nos tendría que hacer inclinar la balanza a un lado o a otro? La consecución del bien común. Los humanos dependemos los unos de los otros. Nuestra libertad no sirve de nada si no la empleamos para el bienestar general. Podemos ser libres e ir a 200 km por hora, pero esa libertad no nos hará progresar como sociedad si, al no cumplir las normas de tráfico, nos estrellamos. Si una persona ha visto el accidente, podrá ejercer su libertad de no prestar ayuda y continuar su trayecto. Ambas estarán ejerciendo su libertad, pero no servirá para mejorar la convivencia. Propósito básico para una vida en sociedad. Las personas no vacunadas deben pensar que las que sí están vacunadas también tienen dudas y pocas certezas. Que no se introducen un compuesto químico por placer o por aborregamiento. Algunas creen que tienen cierta protección y otras dudan de que así sea. Pero, en todo caso, piensan que no hay otra alternativa. Las personas no vacunadas deberían proponer una alternativa médica a la situación actual. Y por favor, que se abstengan de recomendar compuestos sin aprobar por los organismos oficiales o de negar que hay coronavirus. Porque entonces las personas vacunadas no pueden sino seguir decidiendo como hasta ahora.

Juan Carlos Ruesca Hernández. Zaragoza

Una casona en Montón

Resulta esperanzador saber que una asociación de Montón, pueblo que no llega al centenar de habitantes, pretende consolidar una casona del siglo XVIII. La Asociación Ontinar Amigos de la Cultura ha lanzado una campaña de recaudación de fondos para recuperar la casa solariega de los Franco de Bernabé, familia descendiente de Miguel de Bernabé, alcaide de Báguena, quien en la guerra de los Pedros defendió la fortaleza hasta morir abrasado junto a los soldados que la defendían en el incendio provocado por las tropas castellanas. Tal proeza la premió Pedro IV de Aragón ennobleciendo a todos sus hijos, fueran varones o hembras, lo que permitiría heredar el linaje de Bernabé tanto por línea masculina como femenina. La casona, declarada Bien Inventariado del Patrimonio Cultural Aragonés, actualmente en ruinas pero restaurable, es el objetivo de la Asociación, que precisa de la titularidad del edificio para conseguir fondos europeos con destino a esa recuperación. Parte de los 37 herederos está dispuesta a la renuncia simple o a favor de la Asociación, e incluso ha colaborado económicamente en la campaña. Soy descendiente de esa casa, por medio de mi tatarabuela María Franco Martínez, nacida hacia 1837, que casó con José Abanto Serrano, mi tatarabuelo, quien, cuando ella llegó a Tobed, mandó repicar las campanas y soltar palomas en su honor. Otra hermana de María, llamada Francisca, también matrimonió en Tobed, con Gregorio Salanova Barranco. Los descendientes de una y otra no pertenecemos al grupo de herederos pero si lo fuéramos estaríamos de acuerdo en ceder nuestra parte a la Asociación, por eso me gustaría que todos los parientes de los apellidos Abanto y Salanova, establecidos en Tobed, Ruesca, Zaragoza y otros lugares, colaboraran para que Montón pueda rehabilitar la casa. He constatado sus ruinas y querría ver el aspecto que tuvo en origen, al tratarse de una "espléndida muestra de la arquitectura civil del siglo XVIII del valle del Moca". Ojalá sea «un espacio común para el pueblo de Montón», como sugiere Míriam Estella, presidenta de la Asociación.

María José Arellano Sánchez. Zaragoza

La ubicación del radar

Son muchos los días en que a las 16.30, de lunes a viernes, se detecta la presencia de un radar de la DGT con Policía Municipal en la avenida de la Ilustración de Zaragoza, a la altura del número 29, donde el límite de velocidad es de 30 km/hora. Una zona donde los peatones casi no existen, al no haber comercios ni centros educativos. Además hay dos carriles por sentido, con plena visibilidad, aceras amplias, suficientes pasos de cebra y rotondas que reducen la velocidad. Al salir de la rotonda en este tramo de cierta subida, es necesario acelerar un poco el vehículo, con lo que superar los 30 km/hora es más fácil, mientras que los que vienen de bajada deben vigilar para no pasar por inercia de dicha velocidad. A esas horas circulan especialmente vehículos de familias de Rosales del Canal, Montecanal y Valdespartera para recoger a niños en los colegios o en las paradas de autobuses escolares, taxistas, trabajadores autónomos y, obviamente, las familias que viven en esos barrios. Siempre he defendido que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y locales tienen ese firme compromiso de seguridad y por eso sorprende que a esas horas insistan en colocarse en lugares estratégicos con fines recaudatorios, pues solo hay que ver la cantidad de flashes que saltan del radar, y sin embargo no estén tan asiduamente en otras zonas próximas de carril único, como las salidas de los colegios o centros comerciales. Pido tan solo algo de sentido común.

Juan Martín Lambas. Zaragoza

Consumir y disfrutar

Es como si estuviéramos en una carrera a ver quién consigue el mejor chollo del año. Desde mediados de noviembre hasta mediados de febrero somos bombardeados continuamente por una publicidad que nos habla de chollos, rebajas, descuentos, oportunidades… Investigaciones en neuropsicología nos dicen que estos estímulos, querámoslo o no, activan ciertas partes del cerebro que nos incitan a comprar. Y me pregunto, ¿comprar da la felicidad? No, nos dicen esas mismas investigaciones. Comprar nos da placer pues excita neurotransmisores como la dopamina o las endorfinas. Pero, el placer dura poco y además nos hace dependientes. Entonces, ¿qué podemos hacer? La respuesta es buscar la felicidad, que se activa con la dopamina. En tal sentido, Wilson y Gilbert, de la Universidad de Míchigan, nos dicen que el ser humano disfruta cuando consigue algo deseado, pero esta sensación dura muy poco. Por este motivo, nos recomiendan aprender a disfrutar de las cosas que tenemos todos los días. Pero como eso es muy difícil, propongo dejar sin usar un día, una semana o un mes cosas que antes no teníamos, como pueda ser el ‘smartphone’, el coche, el ordenador o el microondas. Así aprenderemos a consumir menos y disfrutar más.

Carlos Hué García. Zaragoza

Las cartas al director no deben exceder de 20 líneas (1.500 caracteres) y han de incluir la identificación completa del autor (nombre, apellidos, DNI, dirección y teléfono). HERALDO se reserva el derecho de extractarlas y publicarlas debidamente firmadas.

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