Por
  • Elena Capapé

La belleza

La belleza.
La belleza.
Pixabay

Observamos ‘El rapto de Proserpina’, escultura barroca ejecutada por Bernini. 

Nuestra realidad moldea con menos detalle y emoción que sus manos. Palpitaciones, vértigos, nerviosismo… La vulnerabilidad ante la exposición de aquello que extasía nuestros sentidos ha quedado reflejada en el concepto ‘stendhalazo’. El síndrome, descrito por Stendhal en su visita a Florencia, evidencia síntomas de agitación y confusión ante obras consideradas extremadamente bellas, como el trabajo del artista italiano. Lo bello enlaza con la parte más espiritual de la existencia humana y consigue estimular reacciones físicas y emocionales en nuestro cuerpo.

"Pienso que estamos perdiendo la belleza y existe el peligro de que, con ello, perdamos el significado de la vida", afirma Roger Scruton, filósofo y escritor, en el documental titulado ‘Por qué la belleza importa’. La obra, estrenada en 2009 y producida por la BBC británica, aborda la importancia de la belleza y cómo la filosofía ha reflexionado sobre ella en las artes y la vida. Para Scruton, esta es el remedio al caos y al dolor. La belleza consuela, arropa y eleva las satisfacciones. En tono de alabanza, Oscar Wilde decía que el arte es absolutamente inútil. Su fin es superior, dado que lo bello nos ayuda a descifrar el mundo que nos rodea y a sentir sosiego ante la confusión. Scruton incide en que, con la llegada de lo funcional, la belleza ha quedado relegada a un segundo plano. Pero tanto ella como el amor están por encima del utilitarismo.

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