El tiempo de la vergüenza
Durante años, cada vez que veía imágenes de los campos nazis de exterminio me preguntaba cómo Europa había sido capaz de permitir aquello.
Cómo hubo tantos que miraron para atrás y países que no actuaron con contundencia hasta que no vieron que la guerra y lo que estaba sucediendo podía salpicarles. Estaba convencida de que algo tan espantoso no volvería a suceder, que ya habíamos tenido suficiente. Pero, volvió a ocurrir. Vimos de nuevo imágenes del horror, en los Balcanes, otra vez tan cerca. Sucesos igualmente terribles pasaban en África, en América, pero lo que cuento lo teníamos a la puerta de nuestras casas.
Ha vuelto el tiempo de la vergüenza, la misma que tendríamos que sentir por el drama de los emigrantes que se traga cada día, desde hace años, el Mediterráneo. Vemos una vez más imágenes de niños y adultos tratando de sobrevivir en un trozo de frontera, la que separa Bielorrusia y Polonia. Mientras Aleksandr Lukashenko, el dictador autorizado a serlo, el que se ha eternizado agarrado a la presidencia, anuncia con su aspecto de déspota que no hagamos tontadas los europeos, que nos corta el suministro de gas, sus fuerzas policiales y militares controlan que ningún inmigrante se les escape. Entre el frío y el hambre, la falta de higiene y el sufrimiento que ya venían cargando desde sus países de origen, no creo que esos miles -se desconoce cuántos son- de seres humanos atrapados en tierra de nadie tengan mucha vida por delante. En un futuro, cuando ya sea tarde, nos volveremos a avergonzar al ver sus fotos.