Por
  • Eva Cosculluela

Mirar

Emilio Morenatti ha hecho historia con su Premio Pulitzer 2021.
'Mirar'
Associated Press

Miro cada día completamente hipnotizada las fantásticas fotografías de La Palma de Emilio Morenatti. 

Imágenes grises, casi negras, de un manto de polvo y ceniza que lo cubre todo y que hace que cualquier elemento que ha quedado a medio tapar (una pequeña torre, un seto, unas sillas de terraza…) parezca estar iluminado con una luz rara, como si fueran de juguete. Pareciera que esos objetos habían estado ahí esperando a ser captados por su cámara y que, una vez inmortalizados, se dejarían cubrir por completo. El fotógrafo de origen zaragozano ganó el premio Pulitzer hace unos meses por captar con su objetivo los efectos de la pandemia en los ancianos. Tanto aquellas fotos como estas del volcán son magnéticas, no sólo por su calidad técnica sino, sobre todo, por la acertada mirada del fotógrafo: son imágenes que cuentan historias completas, que nos permiten recomponer cómo era la vida en ese lugar unos días antes, que transmiten desolación, tristeza y pérdida. Pura humanidad. Son relato y son crónica, testimonio de un tiempo y un lugar.

Pienso en la importancia del oficio de fotorreportero también cuando salgo de visitar la estupenda exposición de Alfonso en Madrid, un fotógrafo (o mejor dicho una saga de fotógrafos) que al acabar la guerra civil, tras haberse significado a favor de la República, fueron avisados en El Alcázar del peligro de hacer bien su trabajo: "Cuidado con la memoria", les advertían. Sus fotos, igual que las de Morenatti, son memoria que no se puede borrar. 

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