Educación para competentes

'Educación para competentes'
'Educación para competentes'
Heraldo

Uno de los cambios en la educación recibida por los nuevos titulados, que pretendió imponerse a raíz de la implantación del Plan Bolonia, fue la denominada formación en competencias. 

El objetivo está claro, no se trata de que los alumnos, al finalizar sus estudios, hayan acumulado una gran cantidad de información como de que hayan adquirido unas competencias personales y profesionales que les permitan utilizar dicha información de forma eficiente. El saber qué se amplía a saber cómo. ¿Se está logrando?

Lo primero que debemos saber es cuáles son las competencias que son interesantes que los titulados adquieran. Este conocimiento no se adquiere de forma eficaz a través del estudio de sesudos informes. Es la sociedad la que nos lo dice. En primer lugar, los empleadores, que son los que de forma más inmediata van a cotejar el saber de los titulados. En segundo lugar, los propios egresados, ya que son ellos mismos los que saben mejor que nadie qué es lo que han podido aplicar de lo aprendido y qué es de lo que carecían y han tenido que aprender desde su entrada en el mundo laboral. Y, en tercer lugar, la propia comparativa de los titulados de diferentes orígenes, nacionales e internacionales. Hace años existía la leyenda urbana de que, para determinados puestos de trabajo, se pedía a personas procedentes de determinados centros formativos que se abstuvieran de enviar su solicitud. Seguramente no será cierto tal y como se decía, pero lo que sí es innegable es que determinados puestos de trabajo son ocupados muy mayoritariamente por alumnos procedentes de unas pocas instituciones. La sociedad busca, de una u otra forma, elegir aquello que le parecen lo más conveniente.

La formación que reciben los estudiantes y el servicio que las universidades
prestan a la sociedad mejorarían si se utilizasen a fondo los canales
de comunicación entre las instituciones académicas y su entorno

Para conseguir que empleadores, empleados y sociedad informen a los centros universitarios y de Formación Profesional de los aspectos de mejora en la formación de los alumnos, es necesario que existan cauces útiles y permanentes de diálogo. Hoy en día todas las universidades tienen órganos compartidos con empresas e instituciones, oficinas de transferencia y, algunas, pero todavía pocas, auténticas asociaciones de exalumnos. Además, hay órganos de gobierno, como el Consejo Social, que deben poner en contacto a la mayoría de las instituciones sociales, políticas, administrativas y económicas con los equipos de gobierno de las universidades, al menos las públicas. Pero a pesar de que existen órganos donde se podría comenzar a pensar y obtener conclusiones de forma conjunta, mi opinión es que esto no está ocurriendo. Cuando se habla de la endogamia universitaria se piensa siempre en que un alumno, recién leída su tesis doctoral, si es perseverante y sigue los consejos de su mentor, llegará a formar parte del claustro de profesores, aunque no haya desarrollado ninguna labor en otra institución. Esto es cierto, pero también es endogamia que al gobierno universitario no se le incentiva a prestar la atención debida a lo que la sociedad circundante dice y que solo se le exige rendir cuentas ante el gobierno autónomo correspondiente, por lógicas y obvias razones presupuestarias. La endogamia también se genera cuando la sociedad se exime a sí misma de implicarse en el desarrollo de las universidades, dejando solo como aportación la típica y tópica queja de que los universitarios vivimos en nuestro propio mundo. Y, finalmente, también se favorece el aislamiento cuando la investigación de empresas y de universidades caminan por vías distintas y parece que a casi nadie le importe. Estos días hemos asistido a un reconocimiento muy merecido a los centros de control vulcanológicos, ya que, gracias a su información, se ha podido proceder a evacuaciones evitando que pudiera haber habido víctimas. Lo que me ha llamado la atención es que la sociedad se haya visto sorprendida porque unos vulcanólogos sepan de los volcanes sobre los que trabajan. ¿Qué se esperaba de ellos antes de la erupción? ¿Que predijeran la floración de las plataneras de la isla?

Tenemos recursos, tenemos muchas estructuras administrativas ya creadas y tenemos que usarlas para que la formación en competencias de los titulados sea real y no simplemente una relación de generalidades y lugares comunes que escribimos en un documento propio, llamado guía docente, que actualizamos cuando se nos pide sin apenas haber tenido un ‘feedback’ de los resultados de nuestro trabajo con las promociones anteriores. Si construimos estos canales de comunicación, lograremos que nuestros graduados sean cada vez más competentes.

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