Por
  • Mariano Gállego Palacios

El placer primario de un humilde robellón

Recogida de rebollones en Aragón.
'El placer primario de un humilde robellón'
Javier Escriche

Buf... Por fin. 

Ya me he quitado el mono micológico de esta temporada. Supongo que para todos a los que nos gusta coger setas, esta cita anual es un compromiso, un reto basado en la búsqueda del más puro y sano deleite natural. Fue el pasado fin de semana en el frondoso pinar que engalana un recoleto rinconcito del Sobrarbe cuyo nombre prefiero olvidar en atribución de una particular actitud que suele definir a los seteros. Consiste esta en no desvelar los lugares donde suelen reproducirse los hongos. Tanta reserva probablemente tenga que ver con las reminiscencias del primitivo montañés, que fundamentaba una buena parte de la subsistencia del grupo en la recolección de los frutos silvestres que regala la naturaleza. Y ya disculparán los curiosos, esta premisa solamente se suele romper con los más allegados.

El tupido y frondoso bosque de mi excursión viste la extensa ladera de una estribación peñascosa con la elegancia que confiere a la floresta pirenaica la estación otoñal. Los ocres y rojos empiezan a asomar anunciado la explosión de colores que lucirá ya esplendorosa a finales de octubre. Así que ahí me fui con la mejor intención y la más grata compañía, porque la búsqueda de setas en familia es mucho más divertida y emocionante. Tanto más si en el equipo cuentas con un fornido y entrañable cuñado autóctono que se conoce el terreno al dedillo y te cuenta además detalles de la vida de antaño entre esas hermosas montañas. Jugosas anécdotas que aflojan la comisura de los labios y desembocan en sonoras carcajadas compartidas.

La mañana era fresca y soleada. Los bojes y espinos saludaban con agrios latigazos y pinchazos a tu paso... Hasta que la aparición del primer ‘Lactarius deliciosus’ eclipsó cualquier otra sensación. La experiencia fue de nuevo fascinante. El primario placer se reprodujo con la misma intensidad de siempre y reflexioné sobre cómo un humilde y rico robellón puede reconectarnos con ese hombre que hasta hace 10.000 años sobrevivió exclusivamente de la caza y la recolección. 

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