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Cartas al director de HERALDO: La dependencia de la industria del exterior

Los microprocesadores son esenciales para la economía.
'La dependencia de la industria del exterior'
Yuriko Nakao / Reuters

La dependencia de la industria del exterior

Lo mismo es que ya va siendo hora de pensar que el tener todo y conseguirlo de inmediato se ha terminado, la industria y por lo tanto todos nosotros nos tendremos que acostumbrar a que las cosas no son de usar y tirar porque interese más comprar algo nuevo que reparar lo viejo. 

No podemos seguir dependiendo casi al cien por cien de países que por su forma de gobierno son capaces de fabricar a precios bajos y al depender cada día más de ellos nos tiene en sus manos y nos paran la industria cuando ellos quieren. Cada vez les damos más oportunidades para que nos dominen. Todo el mundo sabe que cuanta más cantidad se fabrica más barato sale el producto y aun así seguimos sin fabricar nosotros dándoles el trabajo a ellos. Las grandes firmas aportan dinero a esas empresas, sin pensar en el daño que les hacen a sus propios países en un futuro casi inmediato.

Nuestro sistema político también deja mucho que desear porque lo único que les importa a los políticos es recaudar. Todos sabemos que con impuestos más bajos se consigue más recaudación, por lo que deberíamos pensar que cuanto más dependamos de los de fuera, más peligro tendremos los de dentro. Si no es por un barco que encalla es porque los de fuera no pueden o no quieren fabricar más chips, por ejemplo, y mientras tanto nos paran la industria cuando ellos quieren. Dependemos tanto del ‘barato, barato’ que nos están arruinando sin que queramos verlo. Tenemos ministerios para todo y muchos innecesarios, pero ¿alguno de sus miembros, ‘miembras’ y ‘miembres’ piensa más allá de dos o tres años? Tanta ideología extraña nos conduce a la nada y no nos deja ver que hay que fijarse en algo más que en el precio barato.

Adela Laborda Gavalda. ZARAGOZA

El regreso molesto de las palomitas

‘Maixabel’ es la primera película que he visto tras la vuelta de las palomitas al cine después de año y medio de estar prohibidas por la obligación de llevar mascarillas. A tres butacas de distancia de la mía, un joven se tragó él solito, con el ruido correspondiente de masticación, un paquete gigante de palomitas durante más de media hora, comprado en el bar del cine. Cuando había que ir por la calle con mascarilla, los fumadores podían quitársela mientras consumían el cigarrillo. Ahora, en los cines, solo se pueden quitar la mascarilla los que comen palomitas u otros alimentos. ¿Por qué fumadores y palomiteros tienen esos privilegios? No lo entiendo, es lo mismo que prohibir el uso del móvil mientras se conduce pero no se prohíbe fumar. Quien fuma conduciendo lleva una mano en el volante y otra ocupada en el cigarrillo, con el peligro añadido de que le salte una chispa y abandone el volante. Un cartel sobre la pantalla, antes de que empiece la película, nos dice que si nos sentimos molestos por alguna razón avisemos al personal, pero ¿cómo vamos a quejarnos de que alguien coma palomitas si las venden en el vestíbulo? Igual que hay sesiones en versión original debería haber sesiones para espectadores palomiteros y comedores en general, mal acostumbrados por influencia del público americano y porque en su casa comen mientras ven la televisión.

Martina Pellejero Cuéllar. Zaragoza

Segunda residencia en Biescas

Hace unos años acabábamos de adquirir una segunda residencia en el bonito pueblo pirenaico de Biescas. En los bajos del edificio, con el beneplácito del Ayuntamiento, se había establecido una cafetería que actuaba de hecho como un pub, pero que no estaba insonorizada y no mantenía el horario de las cafeterías. Por otro lado, en el porche, sin solicitar nuestra opinión y procediendo, de hecho, a una expropiación, el Ayuntamiento había dado permiso al citado pub para poner una terraza. La comunidad de propietarios había intentado que el Ayuntamiento atendiese sus quejas por el ruido, los olores, la suciedad, etc. El paso del tiempo y la mediación del Justicia ayudaron a que el local se insonorizase y sus horarios fuesen acortándose. Ahora la situación se repite: en otro local del edificio se está intentando abrir otro bar sin que se nos haya solicitado opinión. No es que la densidad de este tipo de locales, y los problemas que lleva asociada, sea exagerada, es que el local tiene unas dimensiones muy pequeñas, carece de elementos de ventilación y parece inadecuado para ese uso, si no es creando más molestias a los vecinos. Hay que tener en cuenta otra circunstancia: nuestro edificio fue el primero de lo que luego sería una importante urbanización, pero ni la constructora ni el Ayuntamiento adecuaron el vertido de aguas; la tubería que estaba instalada para dar servicio a un único edificio debería haberse cambiado por otra de mayor diámetro que pueda dar salida a los vertidos de una urbanización. Como no se ha hecho en veinte años, cuando hay más afluencia a la urbanización o más precipitaciones, el garaje del edificio sufre inundaciones. En unos tiempos en los que se habla del turismo de calidad, en el que los ‘turistas’ y los propietarios de segundas residencias encuentren atractivos que se conviertan en rentas para la población y en impuestos para los ayuntamientos, volvemos a ver lo que nos parecen groseras actuaciones que solo pretenden el beneficio para unos pocos aunque sea a costa de perjudicar, molestar, etc., a esos vecinos que han adquirido su segunda residencia. No pedimos que no haya bares. Al contrario, nosotros acudimos a los bares como lugar de encuentro y de esparcimiento. Lo que solicitamos es que no se concentren en tan pequeño espacio, que se mantenga el control sobre las posibles molestias. En resumen, queremos sentirnos unos ciudadanos más de Biescas y saber que los impuestos que pagamos también sirven para mejorar las condiciones en las que están nuestras segundas residencias.

Javier Velilla Gil. ZARAGOZA

Falta de coherencia

La UE ha sido criticada por su falta de coherencia en la aplicación de la justicia. Sucede que, existiendo una orden de detención europea en marcha, es decir, una solicitud de detención que una autoridad judicial de un estado miembro presenta para que se detenga y entregue a una persona, para su enjuiciamiento o para el cumplimiento de una condena, ¡no se ha aplicado! Es el caso del expresidente catalán Puigdemont, sobre el que pesa una orden internacional de detención por un delito de sedición y quien, habiéndose fugado de España hace ya cuatro años y habiendo sido arrestado en un aeropuerto italiano, ha quedado libre. Lo que parece hacer la justicia italiana es o bien repetir el camino seguido por la belga y la alemana o bien seguir el popular refrán ‘no hay dos sin tres’.

Ángel Sánchez López. ZARAGOZA

Las cartas al director no deben exceder de 20 líneas (1.500 caracteres) y han de incluir la identificación completa del autor (nombre, apellidos, DNI, dirección y teléfono). HERALDO se reserva el derecho de extractarlas y publicarlas debidamente firmadas.

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