Por
  • Francisco José Serón Arbeloa

Aprendamos a abrir el puño

'Aprender a abrir el puño'
'Aprender a abrir el puño'
Heraldo

El siguiente cuento se lo leí al publicista Guille Viglione en el año 2007, y me viene como anillo al dedo para lo que hoy quiero que reflexionen. 

Leamos sus propias palabras. "Existe una técnica muy antigua para cazar monos sin causarles daño físico. Se escoge una vasija con el cuello lo suficientemente grande como para que el animal pueda introducir su mano. Inmovilizan el cántaro para que no se pueda mover e introducen en él alguna fruta apetitosa. El mono, atraído por el hambre, introduce su mano en la vasija y coge el alimento, pero, al cerrar el puño, le es imposible sacarla y queda atrapado. Parece increíble. Bastaría con que el mono soltara el alimento para que pudiera liberar su mano, y pudiera escapar, pero nunca lo hace. La recompensa ciega al animal. Ni siquiera la presencia humana consigue que renuncie a su tesoro y acaba cazado bajo una red".

Algo análogo a esa trampa tan tonta es en lo que estamos atrapados todos nosotros en el momento actual. El consumismo, la avaricia, la vanidad, la ambición y el creer que nos lo merecemos todo han plagado nuestra vida de frutas apetitosas, y lo que antes eran lujos hoy se han convertido en imperiosas necesidades que cada vez van a ser más difíciles de satisfacer porque los recursos de la naturaleza son finitos y sus costes van a crecer.

La escasez de materias primas que se está dejando sentir en la economía mundial no era algo inesperado, pero no se tomaron medidas a tiempo

De repente los precios de la electricidad, de la gasolina, del gasoil, del carbón, del uranio y del gas natural se han disparado. Además, a la cadena de suministros le está pasando algo que parece que nos ha pillado de sorpresa. Al principio fueron los microchips, y luego nos enteramos de que han empezado a escasear y por lo tanto a aumentar de precio muchos materiales de fabricación, como el acero, el aluminio, el cobre, el cemento, hasta la madera, por no hablar del neodimio, la plata, el disprosio y otros tantos materiales raros cada vez más buscados por necesarios para crear los móviles, los aerogeneradores y los paneles solares. La lista de materias primas con problemas es cada vez más larga, y eso empieza a afectar a las producciones. Y qué me dicen de los costes de los contenedores de los transportes marítimos, que han aumentado por un factor de más de 10. La desgracia es que el problema se agrava porque las carencias citadas se retroalimentan y van a producir en los próximos meses reacciones negativas primero en los bolsillos de las empresas y posteriormente se irán reflejando paulatinamente en los de las familias.

Siempre he pensado que la responsabilidad es un poco de todos, pero mucho más de los que más cobran por dirigir y tomar decisiones, como son, por ejemplo, algunos gobernantes y algunos directores generales y consejeros delegados de las empresas en apuros. Llegados a este momento de la historia, uno se pregunta por qué no se han previsto estas situaciones desfavorables y por qué se ha esperado a que la escasez comenzara a ser notoria. Las respuestas puede que sean las siguientes; algunos de esos que cobran muchas veces el salario mínimo interprofesional no están adecuadamente formados para los puestos que ocupan, y uno entonces se pregunta, ¿cómo han llegado a ellos?; y otra respuesta es que llevados por su legendaria valentía han decidido cerrar los ojos y esperar a que el problema se solucionase solo, gracias a algún milagro tecnológico, o a que lo solucionase otro, pero visto lo visto, el milagro no llega ni el otro tampoco aparece. Lo que está pasando no es casual ni inesperado, estaba anunciado desde hace décadas, pero no se ha querido actuar porque ello implicaba cambiarlo casi todo. Y a modo de guinda añadan además el enorme reto climático que tantos sustos ha empezado a dar.

El consumo desenfrenado en el que nos hemos embarcado choca con los límites de la naturaleza

Ante todo lo que se nos viene encima, no queda otra que volvernos resilientes y asegurar lo máximo posible las necesidades locales. Hasta ahora nos hemos estado comportando como los monos con el puño cerrado, puede que sea el momento adecuado para que empecemos a abrir la mano y recuperemos eso de lo que tanto presumimos, la cordura.

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