Educar en patrimonio
No se sabe muy bien por qué, pero siempre hay una tendencia en Aragón a denostar lo propio.
Una tendencia a hablar mal o al menos a no valorar lo que tienes cerca. Si lo hay con las personas, no digo ya nada con las piedras y con otros patrimonios mayores y menores, materiales e inmateriales que conforman nuestro sobresaliente patrimonio cultural.
Desde hace unos tiempos pienso que ha faltado pedagogía. Y que lo mismo que se ha sensibilizado en otras materias y hemos desarrollado una nueva cultura ecológica, avanzando en igualdad o en cultura democrática, con los valores inherentes al patrimonio no hemos ido al mismo ritmo. No han existido políticas de sensibilización o de concienciación sobre la importancia del patrimonio cultural en todos los órdenes de la vida. Pero ha llegado el momento. La memoria no podrá reparar lo que cayó en el olvido y tampoco volverán a estar en pie ni los edificios derribados ni los entornos masacrados, pero todavía queda mucho patrimonio, hasta el hartazgo. Y tenemos que transmitir que el patrimonio cultural, en todas sus manifestaciones es uno de los recursos que más nos pueden hacer crecer a partir de recursos endógenos. Su cuidado, su difusión y su gestión sólo trae cosas buenas: engrandece el patrimonio, aumenta el nivel cultural, revierte económicamente en los alrededores, crea sentimientos de identidad y educa desde una perspectiva poliédrica. Toda inversión –cultural, económica y social- en patrimonio es devuelta con creces: así de generoso es el pasado con nosotros.