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  • EDITORIAL

Fiestas suspendidas

Un momento de la reunión del Consejo Local de Aragón en la que se decidió mantener la suspensión de las fiestas.
Un momento de la reunión del Consejo Local de Aragón en la que se decidió mantener la suspensión de las fiestas.
Francisco Jiménez

Aunque le evolución de la pandemia parece favorable, todavía hay aspectos preocupantes. Por eso, la decisión de la DGA de mantener la suspensión de las fiestas patronales hasta el 31 de octubre, lo que incluye las del Pilar, era la esperada. 

Ahora el Ayuntamiento de Zaragoza tendrá que hacer un ejercicio de responsabilidad organizando de manera prudente los actos que ha previsto para esos días, de manera que se cumplan las normas y se evite crear expectativas festivas que deriven en reuniones masivas y sin control.

La sexta ola del coronavirus va remitiendo, pero todavía no está vencida. Y sabemos, después de una dura experiencia, que es peligroso precipitarse en la búsqueda de una vuelta a la normalidad. La precaución aconseja, por tanto, como ha hecho el Gobierno de Aragón, mantener la suspensión de las celebraciones patronales, de manera que este año tampoco habrá fiestas del Pilar. Es cierto, por otra parte, que la situación sanitaria es hoy muy distinta, y más benigna, que hace un año, lo que ha permitido ya que se hayan relajado muchas restricciones. En ese contexto, tiene sentido que el Ayuntamiento de Zaragoza organice algunas actividades culturales o populares, que además pueden ayudar a reanimar al sector hostelero. Pero la condición indispensable es que se sea muy cuidadoso en el respeto a las normas, especialmente en cuanto a horarios, aforos y distancias. Y hay que evitar que los actos programados tengan un ‘efecto llamada’ y que inciten a la celebración de fiestas paralelas y reuniones en las que no se cumplan los criterios de seguridad. Impedir las concentraciones festivas, tipo ‘botellón’, será difícil en esos días, y quizás habría que pensar en aplicar temporalmente alguna medida restrictiva especial. Sería muy triste que la imprudencia o inconsciencia de algunas personas volviera a desatar, pasado el Día del Pilar, un nuevo brote del virus que pusiera en riesgo una vez más a personas vulnerables.

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