Por
  • Inocencio F. Arias

Apocalipsis e hipocresía

Los talibanes han tomado el poder en Afgaistán.
Los talibanes han tomado el poder en Afgaistán.
Leonarte

Leyendo la avalancha de artículos sobre Afganistán -han surgido, por cierto, decenas de especialistas sobre la política internacional-, uno tiene, en primer lugar, la impresión de que el reparto de poder en el mundo se ha alterado sensiblemente. 

Si Fukuyama pronosticó hace años que la historia se acababa porque Estados Unidos había vencido en la Guerra Fría, ahora casi estamos pasando al lado opuesto. Washington se habría dado tal batacazo con su apresurada salida del país asiático que llega el momento de China, mientras la estrella americana palidece. Hay algo de verdad en el ascenso de China, pero demasiado fatalismo en lo segundo. Estados Unidos ha salido con el rabo entre las piernas, pero no hay que considerarlo noqueado aunque el momento sea serio. Es cierto que Biden ha perdido prestigio y que la credibilidad de la nación americana se resiente, no solo entre los adversarios sino entre sus aliados. Los fallos en la estrategia estadounidense van a ser hábilmente explotados por sus enemigos.

El ridículo de la evacuación de Afganistán ha obedecido sobre todo a un mal cálculo de los servicios de inteligencia. Estimaron que el ejército local estaba bien armado y pertrechado y no captaron del todo que estaba podrido por dentro. La corrupción era galopante, el gobierno local hinchaba hasta el infinito el número de batallones de que disponía. Se inventó hasta 46 de ochocientos hombres cada uno, con objeto de obtener una ayuda mayor de los americanos, lo que recuerda a los cursos de formación que montaba la Junta andaluza en la época de los ERE. Además, los talibanes compraron la voluntad de diversos jefes y cargos políticos. Los sobornaron. Las fuerzas armadas se disolvieron, huyeron, y los talibanes alcanzaron Kabul cuatro meses antes de lo previsto. Hubo que montar a la carrera la evacuación. Más afortunada estuvo la Inteligencia americana pronosticando que en estos días habría un atentado. Así ha ocurrido y ha costado muchas vidas.

Ese conocimiento es el que ha llevado a Biden a acelerar la evacuación en contra de lo que pedían algunos aliados. El presidente debía saber que el atentado, con uno o dos terroristas suicidas, un coche o camión cargado de explosivos que se lanza contra la muchedumbre a las puertas del aeropuerto o un misil portátil disparando contra un avión que aterriza o despega, era algo muy factible y produciría una catástrofe humana y mediática (los talibanes poseen las armas americanas de las que se despojaron las fuerzas afganas). Así ha sido.

Arrecian las acusaciones de que tres diferentes presidentes americanos y sus jefes de Estado Mayor han estado ocultando la falta de resultados en la política seguida en Afganistán. Es solo parcialmente verdad. Obama, Trump y Biden han podido autoengañarse o camuflar de algún modo la situación afgana, pero tampoco han pecado de triunfalistas y en sus declaraciones han presentado un panorama con colores pero también, en ocasiones, con tintes poco optimistas. Sus militares tampoco han hecho siempre declaraciones rosadas. Ha habido de todo.

Al lado de ello hay una cierta hipocresía en los aliados y en la prensa occidentales. Los servicios de inteligencia norteamericanos la han pifiado, pero también lo han hecho los de otras poderosas naciones presentes sobre el terreno. No parece tampoco que se opusieran a otro fallo cometido, el de fijar una fecha de retirada sin haber evacuado ordenadamente a los miles de personas que había que sacar por temor a represalias. Por otra parte, y a lo largo de la presencia occidental en Afganistán, los americanos siempre han apechugado con desplegarse en los lugares en que había guerra e insurgentes y los demás occidentales, incluidos los alemanes, en zonas más pacificadas. El número de bajas lo atestigua. España ha sufrido un centenar; otros países occidentales, dos o tres centenares, Estados Unidos, 2.461. La desproporción es brutal. No hay que olvidar tampoco, a la hora de recordar, que la factura humana y económica de Washington es mucho mayor que la suma de las de todos los aliados -han gastado un billón de dólares intentando desarrollar el país-, y que hasta el último momento han tenido allí seis mil soldados, que son los que han hecho posible que despegasen nuestros aviones y los que han perdido 13 hombres y han sufrido 10 heridos en el atentado.

Por último, es injusto y grotesco, mientras se ridiculiza a los americanos, sacar pecho afirmando que España «ha liderado» la maniobra de la evacuación. Es insultante para otros países. España ha transportado a 2.000 personas. Es encomiable, pero Estados Unidos, según las cifras recientes, ha evacuado a más de 70.000, Gran Bretaña a 12.300, Alemania a 5.300; también Italia lo ha hecho, Catar, Baréin y Kosovo prestaron sus territorios, Noruega y Australia evacuaron, etc. Me gustaría saber, sin conocer las cifras de Italia, por qué se dice que España ‘ha liderado’ a Estados Unidos y Alemania, una con casi el triple y otra con cifras de evacuados treinta y cinco veces superiores a las nuestras. ¿Qué impresión causará a un estadounidense lo de nuestro ‘liderazgo’ si sabe además que todos los refugiados que lleguen a Rota serán totalmente costeados por su país y que la proporción que se instalará en Estados Unidos será mayor a la de todos los otros aliados juntos?

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