Aunque no tengan el seguimiento de los Olímpicos, los Juegos Paralímpicos -cuya decimosexta edición comienza hoy en Tokio- merecen la atención y la consideración de toda la sociedad por los valores deportivos y también humanos que reflejan. 

Posiblemente algunas de las cualidades más apreciables de la práctica deportiva destacan con más fuerza precisamente en estas competiciones, cuyos protagonistas demuestran un especial espíritu de superación

Los primeros Juegos Paralímpicos oficiales se celebraron en Roma en 1960 y desde entonces se han sumado al calendario deportivo internacional, coincidiendo algunas semanas después de los Juegos Olímpicos de verano y de invierno; y han ido ganando repercusión pública. En este certamen quizás no se dirima quién es el más alto, el más rápido o el más fuerte, pero se demuestra que la habilidad humana para vencer los obstáculos más duros a base de tesón y voluntad es abrumadora. En la decimosexta edición de los Juegos Paralímpicos de verano, que comienza hoy en Tokio, con un año de retraso y con las limitaciones de rigor a causa de la pandemia, la representación española estará compuesta por 142 deportistas, y desde Aragón se seguirá especialmente la actuación de Teresa Perales (con 26 medallas ya en su palmarés), Eduardo Santas, María Delgado y Sergio Ibáñez.

Valores esenciales del deporte como el esfuerzo, la perseverancia y el afán de autosuperación, que a veces quedan ensombrecidos en otras competiciones, destacan en esta con un brillo especial. Y deben servir de ejemplo y de inspiración para una sociedad en la que todavía hay que recorrer un largo camino para valorar adecuadamente a las personas con discapacidad -cuya diversidad nos enriquece humanamente a todos- y garantizar para ellas la igualdad y la plena integración en todos los aspectos de la vida.