Por
  • Francisco Bono Ríos

A vueltas con la Administración

Mejorar la atención al ciudadano ha de ser uno de los principales objetivos de una reforma de la Administración.
Mejorar la atención al ciudadano ha de ser uno de los principales objetivos de una reforma de la Administración.
Guillermo Mestre

Debo reconocer que resulta difícil encontrar un tema que no haya sido tratado ya con profusión por miles de comentaristas en este largo período de pandemia (¡Dios mío, cuánto se escribe de todo!). 

Hay que añadir a ello que surge la tentación inmediata de ocuparse de algún ‘gran tema’ de los que protagonizan las preocupaciones mundiales de esta ‘nueva sociedad’ que dicen se está montando al hilo de las nuevas incertidumbres sociales.

Eso está bien, pero... ¿qué pasa con las ‘pequeñas cosas’ de cada día, las que realmente ocupan el tiempo y la subsistencia de las grandes masas de población? Y de manera inmediata me ha venido al pensamiento un tema que siempre ha suscitado mi interés, como algunos ya conocen, que es la reforma de la Administración; y ello ha venido a coincidir con la reciente publicación en HERALDO de un magnífico artículo de mi buen amigo Guillermo Pérez Sarrión, el cual creo no pondrá objeción alguna a que aproveche alguna de sus valoraciones.

Y quiero añadir algo más, el problema de la eficiencia de la Administración ha pasado de importante a urgente, y por eso debe incidirse en él. La pandemia va a motivar necesariamente una ampliación de recursos públicos en muchos sectores sociales, entre ellos la sanidad, la educación y los servicios sociales, para cuya cobertura será totalmente necesario racionalizar y reducir el gasto público tal como está diseñado actualmente.

El funcionamiento de las Administraciones (que al desdoblarse en varios niveles aún se complica más) incide muy directamente en numerosos aspectos de la vida cotidiana de los ciudadanos, léase concesión de licencias, pago de tributos, petición de ayudas, reclamaciones y recursos legales, etc. A lo largo de los años se ha ido conformando un cúmulo de normas legislativas, sobrepuestas unas a otras, precipitadas en determinados casos, contradictorias en otros, que finalmente han resultado ser una maraña de difícil solución.

En mi opinión, la reestructuración de este complejo universo requiere varios niveles de reformas: los procedimientos, la simplificación de las actividades, la formación permanente y la flexibilización de las plantillas, las vías de comunicación con el administrado, etc. Me consta que siempre han existido intentos de reforma como me consta también el fracaso de tales intentos (debo reconocer el mío propio en una época de mi vida en que me tocó este encargo). ¿A qué se deben estos fracasos? La explicación no es unívoca.

De un lado, el horizonte de una reforma de la Administración supera con creces los cuatro años de una legislatura, y no es una de las materias precisamente de mayor brillo político cuando los partidos se presentan a las elecciones, en comparación con inauguraciones, festejos y preocupaciones políticas de mayor calado ‘publicitario’.

De otro lado, esta reforma requiere de ideas claras en sus objetivos y solvencia profesional de los equipos que la acometen. ¿Conoce el lector alguna gran empresa, de comprobado éxito, que no cuente entre bastidores con unas reconocidas ‘mentes pensantes’? Es cierto que en la Administración existen oasis de alta eficiencia; en la sanidad y la educación, por ejemplo, pero no es lo más general.

Por otra parte, además de lo anterior, habría que preguntarse si ha llegado el momento de revisar en profundidad el modelo estatal de Administraciones Públicas, incluyendo aquí un análisis de eficiencia junto con otros de carácter puramente político, teniendo en cuenta el trasvase de recursos económicos que va a requerirse a raíz de la pandemia.... ¿Tiene sentido la pervivencia de diecisiete parlamentos regionales y la convivencia de diecisiete legislaciones de lo más variado dentro de una misma nación? ¿Nos hemos pasado de revoluciones?, por emplear un dicho popular.

Y no digo ya si nos referimos a transferencias como las de educación, con el impacto que tienen emocionalmente sobre la población y que tanto van a retrasar la recuperación de una normalización política interregional. Por cierto, para analizar las causas reales de la expansión de los separatismos recomiendo al lector las novelas de ‘Tomás Nevinson’ (Javier Marías) para el caso vasco, o ‘Terra Alta’ e ‘Independencia’ (Javier Cercas) para el tema catalán. Pero, en fin, este tema requiere análisis aparte.

En todo caso, no caben ya más retrasos en la reforma interna de la Administración española, y por supuesto en la solución territorial. Pero para ello se necesitan tres requisitos: mentalidad gestora, visión a medio y largo plazo y un gran acuerdo entre los partidos políticos. Dudo mucho que esta carta a los Reyes Magos fructifique en los próximos años.

Francisco Bono es economista

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