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Huérfanos prematuros

Una mujer embarazada recibe la vacuna contra la covid en Zaragoza.
Una mujer embarazada recibe la vacuna contra la covid en Zaragoza.
Toni Galán

Hubo un tiempo en que las madres se jugaban la vida para traer a sus hijos al mundo. Una mala posición del neonato, un desprendimiento de placenta o cualquier pequeña adversidad podía impedir que el parto acabara con bien.

Hasta hace poco más de medio siglo era habitual, sobre todo en las pequeñas poblaciones, que los bebés nacieran en casa. En esos casos, las parturientas carecían de una asistencia sanitaria adecuada si sobrevenían complicaciones. No había posibilidad de practicar con rapidez una cesárea que evitara la asfixia de la nueva vida, o la muerte por pérdida de sangre de la mujer, u otros imprevistos de fatídico final. Por eso algunas embarazadas expiraban dando a luz, cuando no era el pequeño el que perecía, o ambos en el peor de los casos. 

Gracias a los avances médicos, la mortalidad materna en España se ha acotado en las últimas décadas. Ya prácticamente nadie se deja la vida al dar a luz... hasta que llegó la pandemia de coronavirus. Este mismo jueves fue una mujer sevillana la que perdió la vida tras contagiarse de covid-19. Rehusó vacunarse, como otras embarazadas que también han muerto en las mismas circunstancias. En la mayoría de los casos, los bebés se salvan porque, una vez que cae enferma la madre, se trata de provocar el parto o se les practica la cesárea para salvar al niño. Pero en algunos casos (cinco al menos en apenas un mes en España) quedan huérfanos de madre poco después de nacer.

Hubo un tiempo en que las madres se jugaban la vida para traer a sus hijos al mundo, pero ahora no hay excusa para no salvar la propia. Un simple pinchazo puede evitar que haya pequeños que crezcan sin conocer a sus progenitoras.

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