El retorno de los talibanes
Con la entrada de los talibanes en las calles de Kabul y la huida al exilio del presidente Ghani, los extremistas están a punto de hacerse con el control total del país, mientras los países occidentales evacúan a sus ciudadanos.
El regreso al poder de los talibanes sumirá de nuevo en la oscuridad a la población afgana, especialmente a las mujeres, y amenaza con volver a crear un espacio para la organización de grupos terroristas y la planificación de atentados.
La inminente caída de Kabul y la consiguiente toma del poder por los talibanes, que en una fulminante ofensiva se han hecho con el control de las principales ciudades, equivalen a una sonora derrota de la coalición occidental que, impulsada por Estados Unidos, ha intentado durante veinte años modernizar la sociedad y la política afganas, acercándolas en lo posible a un cierto control democrático y al respeto de los derechos más elementales. La larga intervención militar, iniciada en 2001, fue una reacción a los ataques de Al Qaeda contra las Torres Gemelas y el pentágono, ya que el Afganistán de los talibanes se había convertido en refugio para el terrorismo islamista. Ahora, lo menos que cabe decir es que la retirada definitiva de las tropas estadounidenses y de la OTAN se ha anunciado, planeado y ejecutado de manera claramente desacertada, con consecuencias muy graves. Quizás si se hubiera realizado en un plazo más largo y de manera mejor meditada y más coordinada, no se hubiera producido la rápida desmoralización del ejército afgano, que prácticamente no ha opuesto ninguna resistencia a los milicianos. La política exterior del presidente Biden sufre un duro golpe; Estados Unidos pierde fiabilidad como aliado y sostén de procesos democráticos, y el radicalismo islamista obtiene una victoria y gana una amplia base territorial y humana desde la que organizar sus ataques. Todo un desastre para la población afgana y para la seguridad de los países occidentales.
