Cuando se aproximan unos días en los que tradicionalmente deberían celebrarse en muchos pueblos las fiestas patronales, hay que hacer hincapié en la necesidad de extremar la prudencia para evitar la propagación del virus.

 Todas las fiestas han sido suspendidas y la realización de algunos actos y espectáculos, que deben desarrollarse siempre con arreglo a las normas anticovid, no debería ser malinterpretada como si fueran celebraciones paralelas.

Estamos viendo todavía los efectos en los contagios -y también, aunque en menor medida, en la presión hospitalaria y los fallecimientos- que ha tenido la ola del virus desatada en julio a causa, sobre todo, de reuniones masivas y celebraciones juveniles. A pesar del avance de la vacunación, el peligro todavía no ha pasado. Es coherente, por tanto, que por segundo año las fiestas patronales hayan sido suspendidas en todo Aragón. Resulta triste, pero sigue siendo necesario mantener esa precaución. Es cierto que algunos ayuntamientos, coincidiendo con los días tradicionales de las fiestas, han programado actos y espectáculos que aligeran la prohibición y que pueden desarrollarse sin peligro siempre que se sigan estrictamente las normas preventivas. El riesgo sería que algunas personas interpretasen esos actos como un signo general de relajamiento que fomentase reuniones festivas con muchos participantes y sin precauciones. Los próximos días son en los que habitualmente se celebran las fiestas populares de decenas de poblaciones. Pero hay que insistir: aunque se celebren algunos actos, las fiestas están suspendidas oficialmente y supondría una gran imprudencia eludir esa suspensión con actividades particulares que generen un riesgo de propagación del virus. La responsabilidad de todos en este momento es fundamental para impedir que en las próximas semanas volvamos a encontrarnos con un incremento de los contagios que frenaría la recuperación de la normalidad.