Por
  • Ana Alcolea

Voces

Alumnos de Primaria y de la ESO del Colegio El Buen Pastor de Zaragoza durante el recreo, que se ha adaptado para garantizar la seguridad en tiempos de pandemia.
'Voces'
Toni Galán

Hay voces que gritan. Voces que susurran. Voces que hablan. 

Voces que hacen llorar por mal querer. Quien bien te quiere no te hace llorar. Te hace llorar quien temes o quien amas, como escribió Sigrid Undset hace casi cien años. Y hay voces a las que no se les da voz porque son aparentemente tan pequeñas que apenas se oyen a no ser que esté una muy atenta. Voces que tienen mucho que decir y a las que no se les acerca un micrófono ni el papel cuché: voces que si salen en los medios es para ser protagonistas involuntarias de crímenes, de errores, o de cualquier suerte de pornografía. Casi nunca salen niños y adolescentes en los medios de comunicación para mostrar su realidad, y no para regocijo de adultos escondidos al otro lado de la pantalla. Cómo han vivido estos meses de pandemia, qué han sentido, qué han dicho y qué han callado. Cuántos abrazos han echado de menos. Cuántas sonrisas, cuántos besos perdidos. Cuántas ausencias. Cuántos deseos frustrados en unas edades en las que las sonrisas cuentan mucho porque las palabras aún son tímidas, y muchas veces no se atreven a asomarse al mundo. Las mascarillas se han quedado con las sonrisas agazapadas de los mayores, sí; pero sobre todo con las de niños y los jóvenes. Muchas de esas sonrisas y de esos abrazos perdidos se han quedado en los colegios y en los institutos; los profesores, custodios de infinitos griales, los guardan con la esperanza, si hay suerte, de poder lanzarlos, cual cometas al cielo y al viento, el próximo curso.

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