Por
  • Víctor Juan

La Maternidad

La historia de la Maternidad y la Inclusa Provincial de Zaragoza
'La Maternidad'
Colección fotográfica del archivo de la DPZ. Fotógrafo: Coyne.

Cuando camino por el paseo María Agustín y veo la antigua Maternidad, que hace chaflán con la calle dedicada al puericultor borjano Vicente Gómez Salvo, jefe durante cuarenta años de esa institución, no pienso en que actualmente sea la sede de Cruz Roja o de la Banda de música de la Diputación Provincial de Zaragoza. 

Cada vez que me topo con la Maternidad, pienso en mi madre. Ella y yo nos nacimos el uno al otro el día de San Quirico de hace cincuenta y siete años, en alguna de las habitaciones de ese edificio. Ella me nació a mí, me dio la posibilidad de llegar a ser y yo la nací como madre. Mamá era joven. Había cumplido veintitrés años el seis de junio. Siempre será joven en mi memoria. Mis abuelos y mis padres vivían en Caspe. Fui su primer hijo. Quizá por eso quisieron que naciera en Zaragoza. Vinimos de propio –como solo vamos los aragoneses a los sitios– para que me alumbrara en una clínica de la capital. A los tres días me llevaron a Caspe, ya cristianado con un bautismo tan exprés que mi padre hizo de padrino y mi abuela de madrina. No había más familiares o amigos de quienes echar mano cuando el cura dijo que me iba a bautizar. Me gusta mucho ser de Zaragoza, como reza mi carné de identidad, pero nunca desmiento a quienes me consideran caspolino. En las calles de la Ciudad del Compromiso aprendí a andar, allí miré por primera vez las estrellas, empecé a nombrar el mundo y en las orillas de su Mar de Aragón me hice especialista en quimeras y avutardas mucho antes de ser perito en tus lunares.

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