Las otras lecciones

Vuelta al cole en Teruel, colegio Ensanche
'Las otras lecciones'
Antonio García/Bykofoto

Acaba de terminar un curso escolar cuyos prolegómenos ofrecían malos presagios. 

Dadas la inacción y la imprevisión de las autoridades educativas frente a la pandemia, era muy difícil ser optimista. Sin pisar el terreno y excusándose en la imprevisibilidad del virus, el Gobierno de Aragón no puso los recursos necesarios y previó medidas para evitar el contagio en las escuelas que eran incompatibles con las exigidas al resto de la sociedad.

Sin embargo, en general, pese a las clases que ha habido que suspender, las cosas han ido bien. En este sentido, es de justicia valorar que nuestros gobernantes fueron mejorando su gestión y practicaron el inusitado ejercicio político de rectificar. Por ejemplo, cuando, poco antes de empezar el curso, se estableció la obligatoriedad de las mascarillas en las aulas, o cuando, tras varias semanas lectivas, se permitió almorzar en el patio, en lugar de en el aula.

Ahora bien, más decisiva fue desde el primer momento la entrega del personal escolar, que tantas carencias ha tenido que suplir, siendo especialmente valerosa la de quienes han cuidado a las criaturas más pequeñas, que no llevaban mascarilla. La dedicación de todo este colectivo ha ido mucho más allá de lo que venía siendo su obligación. Como padre, doy testimonio agradecido de ello.

Finalmente, decir que cualquier empeño hubiera sido en vano sin la colaboración de la chiquillería. Su actitud, su sacrificio y su comportamiento han hecho que me pregunte a qué edad empieza a desarrollarse y a dominar en el ser humano la universal estupidez que nos caracteriza.

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