Por
  • Andrés García Inda

De médicos

'De médicos'
'De médicos'
Pixabay

Hace unos días estuve charlando con dos médicos de urgencias. 

Unos días antes, el 27 de mayo, habían celebrado el día internacional de la medicina de urgencias y emergencias (sí, también hay un día internacional sobre ello) y la conversación derivó enseguida hacia la situación de la profesión y las circunstancias de la pandemia, que transformó a estos servicios en la auténtica primera línea de contención de la enfermedad. Por diversos factores, cuyo análisis excede la intención y las posibilidades de este artículo, pero que convendría evaluar detenidamente (ya que las consecuencias de las decisiones tomadas durante este último año se prolongarán en los próximos meses e incluso años) las urgencias hospitalarias se convirtieron —todavía más si cabe— en la vía de acceso al sistema de salud. En las primeras semanas de la pandemia para descender bruscamente (con lo que estaba pasando nadie se atrevía a acudir a un hospital), para luego colapsarse nuevamente.

En España las urgencias sanitarias son un servicio relativamente reciente y no sé si suficientemente reconocido, a pesar de la crítica labor que desarrollan en circunstancias normales y la que les ha tocado vivir en las actuales. Hay quienes siguen pensando que un servicio de urgencias se cubre con unos cuantos residentes, un par de profesionales de medicina de familia y unos cuantos enfermeros y auxiliares (al fin y al cabo, como allí llegan enfermos de todas las especialidades...) olvidando el contexto específico de la urgencia médica y menospreciando la experiencia de los países más avanzados en este terreno, como EE. UU. o la mayoría de los países de la UE, donde la medicina y la enfermería de urgencias y emergencias es una especialidad.

La creación de los actuales SUH en nuestro país fue el resultado de un demoledor informe del Defensor del Pueblo de 1988 en el que se denunciaban las deficiencias de todo tipo que en aquel entonces presentaban tales servicios. Los poderes públicos (la Administración Central entonces) pusieron rápidamente manos a la obra para taparse las vergüenzas y nacieron los SUH actuales, que son el resultado de aquella iniciativa. Desde entonces, se han dado pasos importantes para mejorarlos con la dotación de más recursos, la mejora en la atención al paciente, etc., dentro de las posibilidades que siempre supone gestionar recursos escasos y más en sucesivos contextos de crisis. Pero el reto actual ya no tiene que ver solo con los recursos, sino más bien con la formación, la organización y la gestión de los mismos. Todos esos avances no resultarán eficaces si no se impulsa la formación específica de los profesionales y se garantiza su plena dedicación, evitando la fragmentación y la heterogeneidad de los servicios, o la utilización de estos como un nicho laboral por el que pasen distintos especialistas sin una coordinación adecuada.

Tenemos un gran sistema sanitario, qué duda cabe, pero la pandemia ha sido
un gran aldabonazo para que lejos de vanagloriarnos, nos esforcemos
humildemente en conservarlo y mejorarlo

Esas eran algunas de las conclusiones de un nuevo informe que el Defensor del Pueblo elaboró en 2015, en este caso conjuntamente con los Defensores del Pueblo de diversas comunidades autónomas y entre ellos el Justicia de Aragón. A diferencia del informe de 1988, en éste se analizaban los SUH con la información procedente de las reclamaciones y sugerencias de los propios ciudadanos. Como decíamos, muchas de las observaciones que hacía el documento no tienen que ver con la dotación de recursos o el incremento del gasto, sino con la mejor gestión de los mismos, para lo que se subrayaba la necesidad de reconocer la medicina y enfermería de urgencias y emergencias como una especialidad médica, algo que hoy día, más de treinta años después de su creación, sigue sin hacerse, no se sabe por qué razones de carácter corporativo o laboral: "Actualmente, los servicios de urgencias reciben en rotación, como parte del itinerario de formación, a los médicos residentes de las distintas especialidades, sin vinculación con el servicio, pero no forman a sus propios profesionales al no encontrarse reconocida la especialidad médica de urgencias y emergencias. Esto excluye la tutorización de los residentes por parte de los médicos expertos de urgencias y no facilita la imprescindible labor de supervisión asistencial".

A pesar de sus deficiencias tenemos un gran sistema sanitario, qué duda cabe, pero la pandemia ha sido un gran aldabonazo para que lejos de vanagloriarnos, nos esforcemos humildemente en conservarlo y mejorarlo.  

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