España y sus aliados
Madrid organizará la cumbre de la OTAN del próximo año. En esa reunión de jefes de Estado y de Gobierno, que coincidirá con el 40º aniversario del ingreso de España en la organización, se aprobará el nuevo Concepto Estratégico y se elegirá al nuevo secretario general. Albergar esta cumbre es un logro. El peso de España en el mundo depende de múltiples factores, desde la fortaleza de su economía a la influencia cultural. En este sentido, está claro que nuestra posición internacional se sustenta, en buena medida, en que tiene detrás a la UE y la OTAN. Con un escenario en pleno proceso de cambio y con nuevos desafíos, tanto el bloque de las democracias liberales como la UE deben incrementar su colaboración.
El presidente de Estados Unidos ha acudido a la cumbre de la Alianza Atlántica con el objetivo de recuperar el liderazgo de Washington, tras el mandato convulso de Donald Trump, y de reforzar el frente común frente a los regímenes autoritarios de China y Rusia. Aunque en la orilla oriental del Atlántico no se comparte con la misma intensidad el peligro de Pekín y el de Moscú, es importante que los socios atlánticos salgan de su ensimismamiento para defender los valores democráticos frente al ascenso fulgurante del poder chino y el aprovechamiento ruso de las debilidades ajenas.
El compromiso de la UE con su propia defensa no es incompatible con la preservación del pacto trasatlántico que ha permitido una larga y fructífera paz durante las siete décadas de vida de la Alianza. España, especialmente, necesita apoyar su política exterior sobre ambos pilares. De hecho, una relación ‘privilegiada’ con Estados Unidos es muy relevante tanto por el comercio y la tecnología como por Hispanoamérica y el norte de África. La UE es la principal pata de la política exterior española, pero Estados Unidos sigue siendo imprescindible como primera potencia mundial.
