El aumento de la movilidad tras finalizar el estado de alarma, el pasado 9 de mayo, ya se ha empezado a notar en las montañas aragonesas con un repunte de los rescates. 

Este mes se ha registrado la primera víctima mortal desde agosto del 2020 y 14 personas han resultado heridas, en lo que parece un anticipo de lo que está por llegar en verano. Es preciso realizar un llamamiento a la prudencia. A las tendencias observadas el año pasado a causa de la pandemia de la covid, con más turistas y con un nuevo perfil de visitante más inexperto, hay que sumar esta primavera que todavía queda nieve en las cimas. Las nevadas tardías y las lluvias hacen abundante e inestable el caudal de los barrancos. Es un riesgo que los aficionados a subir montañas y a bajar por los cauces pirenaicos han de tener muy presente para extremar las precauciones.

La muerte de una barranquista, ahogada en Torla, y el grave accidente de una esquiadora al caer 200 metros por una ladera en el Aneto han encendido las señales de alerta entre los servicios de seguridad, rescate y protección civil en Aragón. Los datos demuestran que la afluencia de visitantes al medio natural es creciente desde hace mucho tiempo. Este año se espera una llegada un poco menor que el pasado a la Comunidad, porque los veraneantes acudirán más a las playas por la ampliación de la vacunación, pero seguirá siendo elevada. Por ello hay que insistir en que a la montaña y, en general, a la naturaleza hay que acudir bien pertrechados con el material apropiado. Como recomienda la Guardia Civil, hay que planificar la actividad, informarse del tiempo y llevar siempre en la mochila ropa de abrigo, comida y bebida. Los muchos atractivos de las montañas y barrancos solo se disfrutan en plenitud si previamente se aceptan los límites personales, se acude con el equipo recomendado y se eluden peligros innecesarios.