Por
  • Pedro Rújula

Caciquismo

El candidato de Unidos Podemos al Congreso, Carmelo Romero.
'Caciquismo'
Luis Ángel Tejedor

Todas las palabras tienen un ADN que caracteriza su esencia y una historia que les da forma y significado. 

Algunas de ellas, no muchas, consiguen cargarse de contenido y convertirse en poderosas herramientas para analizar el mundo gracias a su capacidad para aislar fenómenos, ofrecer perspectivas sobre ellos y mostrar con nitidez lo que, sin ese concepto, se presentaría turbio e impreciso. Pero son muy pocas las que, además, consiguen franquear las barreras sociales y ser utilizadas indistintamente en la prosa académica y en el lenguaje popular. Es lo que sucede con la palabra ‘caciquismo’. 

Elevada por Joaquín Costa a la categoría de concepto de análisis politológico, consiguió hacer de ella un instrumento de análisis y denuncia de toda una manera de concebir la política. Señalando los comportamientos caciquiles que servían para imponer los designios del poder central en el territorio proyectó luz sobre los mecanismos que suplantaban la voluntad popular y sobre el reparto de cuotas de poder que permitían el mantenimiento de una maquinaria oligárquica al servicio de los poderosos. Carmelo Romero es, posiblemente, el historiador que mejor conoce estos mecanismos. Nos lo muestra con saber e ironía en su reciente ‘Caciques y caciquismo en España (1834-2020)’, una historia de "relaciones de poder y de influencia entre desiguales que conllevan patronazgos y clientelismos, paternalismos y dependencias, y, por tanto, favores y castigos, agradecimientos y maldiciones", que muy bien puede valer también para contemplar el presente.

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