Por
  • Jesús Morales Arrizabalaga

Venganza

Opinión
'Venganza'
Krisis'21

En 1993 Gervasio Sánchez publicó por primera vez una foto de la destruida Biblioteca de Sarajevo llamada a convertirse –para mí– en uno de los iconos de los últimos cincuenta años. 

"Icono de la barbarie", por usar palabras del propio maestro (G.Sánchez, Blog, en Huffpost). Conocimiento acumulado, sabiduría refinada a través de siglos y culturas… destruidos; más por desprecio del saber que por odio.

La parte penal del derecho es una de las construcciones de las que la cultura occidental puede sentirse más orgullosa: hace más de ocho siglos dimos un salto cualitativo consistente precisamente en el rechazo a la idea de ‘venganza’; los cambios que derivaron fueron mucho más profundos y extensos que los que trajo una sobrevalorada Ilustración; pocos nos acompañaron entonces. La imagen de las palabras del presidente de mi Gobierno identificando justicia penal con venganza me parece tan demoledora como la de Sarajevo, pero en este caso, capturando al bibliotecario como dinamitero. Como jurista me siento ofendido. Utilizaría el símil del ‘elefante en la cacharrería’ pero el paquidermo es animal noble que ni puede ser consciente del daño que produce ni tiene alternativa para evitarlo.

Hace al menos ochocientos años que las instituciones del derecho penal dejaron atrás en España la idea de venganza

¡Señor presidente!, en la Edad Media, cuando España era más una península que una entidad política, ya se redefinió la institución del rey como autoridad que evitase la autodestrucción de los cristianos provocada por unos constantes enfrentamientos entre sus bandos. Hasta entonces la protección de los individuos dependía de su grupo familiar, entendiendo ‘familia’ en un sentido muy relajado; un sistema que hoy llamaríamos mafioso. Habremos oído hablar de la ‘Ley del Talión’, al menos en su versión coloquial del ‘ojo por ojo’; en aquel contexto se consideraba normal que el ‘ojo’ que se extirpase para restablecer ese perverso equilibrio no fuese del autor del daño inicial sino de un miembro cualquiera de su parentela. En torno al siglo XII, reyes, teólogos y juristas cristianos introdujeron tres cambios de raíz: que la responsabilidad sea del individuo, no de su clan; que la idea de venganza se iba a ir sacando del centro del sistema penal, y que el monopolio de esa fuerza de reacción correspondiese al rey (Estado), erradicando la ‘venganza privada’. Se sentaba una de las bases de las sociedades modernas: que hay un consenso en torno a unos valores cuya protección se encomienda a personas (instituciones, en realidad) no afectadas directamente por la acción dañina, los jueces. La confianza en sus decisiones, protegida mediante un sistema de recursos y segundas opiniones, hace posible nuestras sociedades: sometidas a reglas, que se aplican buscando la neutralidad y la proporción, mediante procedimientos predefinidos, con participación de expertos que protegen incluso al delincuente pobre. El núcleo de la ‘supremacía de la ley’, del Estado de derecho.

Desde entonces hay una preciosa línea constante de reflexión sobre delitos y finalidad de penas. Se fue imponiendo el efecto preventivo, disuasorio. Gradualmente muchos de los castigos dejaron de hacerse públicos; se trataba de evitar el doble castigo, el escarnio. Penas previsibles y proporcionadas, en intensidad y en naturaleza. Ya en el siglo XVIII entró en el sistema la idea de la reinserción: no se trataba de equilibrar un daño con otro, sino de evitar al delincuente logrando que compartiese el compromiso con esos bienes jurídicos, esos valores, para cuya protección se había desarrollado ese sistema tan elaborado, al que tanto debemos como especie.

Que el presidente del Gobierno equipare
la justicia con la venganza supone degradar nuestro sistema de convivencia

Cuando el presidente identifica reproche penal con venganza, está diciendo que nuestra sociedad quedó al margen de esos desarrollos y seguimos en aquel nivel medieval de clanes y bandas; sin Estado ni instituciones fiables. Los esfuerzos por desarrollar una marca España van a la basura porque el Gobierno declara ese déficit; la naturaleza todavía banderiza y mafiosa de nuestra España.

Si sostiene que no debemos actuar por venganza, ¿es que el Gobierno opina que lo hemos hecho? ¿O es solo una ocurrencia?

Tal vez encontremos otra explicación: cuando nuestra teoría política se basa en ‘Juego de Tronos’ y producciones Marvel, no es extraño cierto caos moral e intelectual y que creamos que los Vengadores son los buenos; que justicia y venganza tienden a coincidir.

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