El Club Pfizer

Dosis de la vacuna Pfizer-BioNTech
'El Club Pfizer'
VALDRIN XHEMAJ

Aprovechando que no hay estado de alarma y que no he tenido contactos de riesgo, me he aventurado a ir a Zaragoza a ver a la familia. 

Va a ser la primera vez que aparezca por la tierra con mis padres vacunados con la pauta completa. Ocurre además que mi hermana es médica, así que de los cuatro, voy a ser el único no abonado al Club Pfizer, el eslabón débil de la tribu, un caramelito para la covid-19. Y no niego que va a ser raro sustentar esa vulnerabilidad al virus mientras miro relajado cómo mis padres, poniendo el resto de precauciones, están un poquito más lejos de que este bicho que nos ha cambiado la vida a todos se la terminara por cambiar más a ellos y, por supuesto, a mi hermana y a mí.

Aunque más miedo que al virus le tengo a que mi madre caiga en la cuenta de que estoy desprotegido y arme ella su propio plan de contingencia. Pasados los treinta, no han sido pocas las veces que ha aparecido por mi cuarto a las dos de la mañana para decirme que si no era hora ya de acostarme. Así que ese tipo de medidas se pueden acrecentar, a fin de protegerme de la covid y tomarse otras licencias vetadas todos estos años por aquello de que yo soy más joven, más fuerte y más sano. De hecho, este viaje va a ser mi primera experiencia con Ouigo, y ya me ha prevenido de que volveré a Madrid con muchos ‘tuppers’, por lo que no descarto que me veten el paso al tren por querer facturar un container.

En realidad no está mal esta oportunidad de que los hijos, tan sabelotodo demasiadas veces y tan centrados en nuestra falsa inmortalidad, nos sintamos un poquito más vulnerables que nuestros padres y que a la vez nos tengamos que preocupar por mantener todas las medidas de seguridad para seguir controlando la pandemia. Es una buena cura de humildad que nos acompaña en un momento donde el mundo cada vez parece más centrado en cuidar únicamente a su masa consumista y productiva. Y es que con la vacunación de la covid-19 ha sido al revés y eso no deja de vislumbrar que, aunque no lo parezca, somos una sociedad cada vez más humana, donde la vida vale más. Nos queda extender ese compromiso silente a las partes del mundo que no vemos y sobre las que muchas veces nos sustentamos. Quiero pensar que todo se andará.

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