Te echaré de menos, Pablo, exvicepresidente del Gobierno de España, extubo de ensayo, ora pro nobis, tú que llegaste a la política como los normandos a una colina enemiga.

Te echaré de menos, Pablo, y me gustaría saber en qué lugar del lavavajillas colocas tus derrotas, si vas a ir al bar de Moe para hablar con Homer, si leerás de nuevo a Saint-Just para darle otra vuelta a lo de si es posible gobernar y ser inocente, qué dilema.

Te echaré de menos aunque hayas sido sectario, bravucón y monje, cirujano plástico de una ideología que borraba retratos, mezcla de leninismo y Netflix como una vez le escuché decir sobre ti a Daniel Gascón.

Pablo, Johnny, ¿por qué te vas?, ¿algunas cosas que quedaron por decir se dormirán?, parafraseo, sí, una vieja canción de Jeanette, eres argumento de balada y un día usaste la Constitución como periscopio, lo vi, qué bien; y algunos que te votaron para que fueras diputado en la Asamblea de Madrid me dicen que tu adiós es la insurgencia, ja.

Te echaré de menos, Pablo, tiene muchas voces el pueblo y la tuya es una, junto a otras; veo a los forenses cómo hacen tu autopsia política y lo que habría que hacerte es un sello de correos para cartas que no vamos a enviar; veo que los independentistas catalanes, con sus líderes pandilleros, querían leer las líneas de tu mano para conocer el futuro cuando el futuro no pasa por tus manos.

Pablo, cariño, profeta, pureza impura, jarabe dulce, tiovivo, creí en ti, pero también nos lo dijo Neruda, otro Pablo, es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.