Opinión
'Karim'
Pixabay

Hay noticias que se te clavan y dejan una huella profunda. 

Han pasado unos días, pero aún me estremezco recordando a Karim. Un chaval de 13 de años, vecino del barrio de San Pablo en Zaragoza, estudiante del IES Ramón y Cajal, portero de fútbol en El Gancho. Podría ser compañero de clase de nuestras chicas, rival en un partido, uno más de la pandilla del barrio. Podría ser amigo de otro Karim, de 14 años, que llegó en patera a España y vivió en un centro de menores, alumno del IES Avempace, también jugador de El Gancho, también con sueños y toda una vida por delante. El segundo solo es un personaje de ficción, el protagonista de una novela. El primero es el protagonista de una de las noticias más tristes. Maldita coincidencia entre la realidad y la ficción. Qué rabia y qué impotencia.

El pasado fin de semana guardamos un minuto de silencio por Karim en todos los campos de fútbol aragoneses. El Ebro se llevó la vida de este niño del Gancho. Un sábado por la tarde, después de un partido hacía calor y se metió al río a darse un baño con un amigo. Pienso en sus padres, que vinieron de Marruecos en busca de una vida mejor, pienso en sus hermanos, en sus amigos, en sus compañeros de equipo. Pienso en los bomberos, policías, militares y todos los que colaboraron durante cuatro días rastreando el río en su búsqueda. Pienso en tantos sueños ahogados en el Mediterráneo. Tantas vidas rotas. De los que se van y de los que se quedan. Pienso en el azar y la injusticia; en que las palabras no sirven de mucho; en que tenemos el deber de recordarle.

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