Por
  • Vicente Pinilla

Jazz

Opinión
'Jazz'
Pixabay

El 30 de abril fue el día internacional del jazz. 

Una música clave del siglo XX ha quedado confinada a pequeñas minorías que la adoran, siendo ignorada por la mayoría. El jazz, miles de acordes para unos pocos, ha sucumbido frente al pop y el rock, unos pocos acordes para miles. Hasta en la comunidad negra norteamericana ha sido sustituida por otros géneros como el rap. Como dijo Eric Hobsbawm, se convirtió en un tesoro cultural tras ser expulsado a golpes del ring. Para mí, el jazz es una metáfora de la vida. Tocar el tema libremente, pero respetando el ritmo, e improvisar luego, pero respetando la armonía. Escuché con 15 años mi primer disco de jazz en casa de un amigo de mis padres. Compré mi primer disco en la mítica tienda Guateque del Pasaje Palafox. No tenía ni idea, era de Ornette Coleman. ‘Free jazz’, vanguardia radical e improvisación total. Todo lo demás me resultó fácil. Me eduqué escuchando discos con mi primo Javier y grabando los de su hermano Antonio. Al acabar la carrera compré mi primer saxo con Michel Zarzuela y, ignorantes musicales absolutos, comenzamos a tocar en la primitiva Banda del Canal. Luego vinieron las clases con el increíble músico Leopoldo Aragón. He pasado algunos de los mejores momentos de mi vida tocando en el estudio de Chavi Naval, uno de los mejores músicos de jazz de Aragón. Suena cursi, pero cuando toco con él, me siento despegar del mundo. Si pudiera cambiar todo lo que he aprendido en mi trabajo como investigador por lo que él sabe de jazz, creo que sucumbiría a la tentación.

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