Flores de sostenibilidad

Opinión
'Flores de sostenibilidad'
Krisis'21

Hace unas décadas que se esparcen semillas de sostenibilidad en la sociedad. 

La siembra, que se realiza desde instancias muy diversas, no siempre es ética y altruista; a veces lleva un embrión comercial, en otras ocasiones viene tratada de gobernanza utilitaria. No todas las simientes germinan, como decía la parábola del sembrador. Si lo hacen, el ritmo temporal de crecimiento es distinto, incluso hay plantas que no llegan a florecer, condicionadas por avatares sociales diversos. Las modas o necesidades las cuidan y miman, o las dejan marchitar sin más. No se sabe por qué.

En la naturaleza, la caída de los pétalos señala que algo cambió. Fructificó la flor o, por el contrario, las condiciones ambientales truncaron el desarrollo. En la cultura social o la gobernanza multifactorial pudo ajar las flores un olvido o la necesidad de acudir a otros menesteres más urgentes, más vistosos o demandados, más reconocidos en la economía rápida.

Fue en 2015 cuando se concertaron en la ONU los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS); esa compleja idea que empieza a sonar tanto que prende en la solapa de algunos de nuestros políticos y ha impregnado la teoría empresarial y las redes sociales. Parece ser algo deseado unánimemente, por más que no se dedique suficiente esfuerzo a desentrañar todo lo que significaría en nuestras vidas. Pero ya se habla sobre la renovación energética, de reducir el hambre, rescatar de la pobreza a gente que la padecía y la añadida por la pandemia, disminuir los efectos del cambio climático, respetar un poco más todo tipo de ecosistemas, darle dignidad al trabajo para todos y todas, humanizar y reverdecer las ciudades, conseguir una salud de calidad y elevar la educación a la categoría de planta universal de la vida, entre otros empeños de sostenibilidad en la existencia colectiva.

La idea de la sostenibilidad, impulsada por los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, está calando cada vez más en la sociedad

En los últimos meses, HERALDO, como muchos medios de comunicación, ha recogido bastantes brotes en forma de transiciones ecológicas hacia la sostenibilidad, enmarcadas dentro del Pacto Verde de la Unión Europea. Varias veces, la protagonista ha sido la alimentación con productos de proximidad y de temporada, impulsada por la empleabilidad agraria cercana. La atención a la salud colectiva –antes olvidada– ha rebrotado. Se ha hablado de poner en marcha autopistas ferroviarias, de la fabricación de los coches eléctricos o híbridos en la puerta de Zaragoza y la postulación de Aragón como fábrica de baterías para moverlos. Las torres eólicas y los huertos solares están alcanzando tal protagonismo que ya amenazan con marchitar las flores del rico paisaje identificativo. Además, varios organismos de la administración y bastantes empresas están diseñando estrategias de sostenibilidad con marcado interés social. Por contra, no faltan prácticas lesivas en forma de emisiones tóxicas al suelo, como las macrogranjas o el sobreabonado, del uso masivo del vehículo privado y la muerte de los trenes regionales, de retrasos en la mejora de la depuración de las aguas o el manejo de residuos y su reciclaje. También plantea bastantes dudas la pretendida repoblación del Aragón vaciado ligada al poco sostenible turismo de las estaciones de esquí, sin tener garantizada la nieve, o la incentivación de visitas tumultuosas a espacios frágiles y otras inercias con alta carga ambiental, que postergarán la germinación de los recursos hacia la sociosostenibilidad, como la lucha contra la pobreza poscovid.

Es cierto que lo hace demasiado despacio y a veces con contradicciones, pero seguramente acabará por florecer

El futuro sostenible viene pero lento, parece que a pesar de la urgencia con la que unos lo riegan nunca tiene prisa. Llegará con más bolsas de semillas, con proyectos de transición, a veces ruidosos y en ocasiones callados. Siempre será inventado, mejor si porta la etiqueta de compromiso, pues de otra forma florecerá demasiado azaroso, y ya llevamos bastantes tiempos de estos en los que casi todo se desluce; ahora mismo la pandemia nos lo recordó de golpe. Pausado, pero parece que se acerca; tendrá noches y días, aciertos y errores, ambos valiosos si son reconocidos. Las flores de la sostenibilidad parecían adornos artísticos que llenaban bodegones muertos; ahora están presentes en jarrones o macetas que enaltecen más de un despacho gubernativo y empresarial, han entrado en nuestras casas. ¿Quién sabe si dentro de un tiempo esas flores seremos todos nosotros?

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