Espectáculo edificante

La Romareda, llena, en el partido de ida de la final de la promoción de ascenso contra Las Palmas.
'Espectáculo edificante'
Guillermo mestre

El estadio de La Romareda se remodeló para el Mundial de fútbol de 1982. 

Hasta ese acontecimiento, los aledaños eran terrosos, solo estaba cubierta la parte central de la tribuna oeste, la zona más cara, en la que el sol vespertino no molesta, y no existían las cuatro torres exteriores de iluminación, que tanta personalidad siguen teniendo en la actualidad. También se completó entonces el muro que limita el recinto, rematándolo con barrotes, una medida que erradicó el hábito juvenil de saltarlo en las tardes de partido.

Recuerdo haber presenciado cómo lograban esta proeza algunos amigos míos de las Delicias, fanáticos del Real Zaragoza, pero, sobre todo, atléticos y valientes, pues la escalada implicaba sortear a la Policía Nacional, que iba a caballo y porra en ristre. Contemplándolo a una prudente distancia, aquel juego del gato y el ratón, en el que yo apreciaba cierta condescendencia permisiva por parte del depredador, me parecía consustancial al ritual deportivo que estaba a punto de celebrarse, anunciado por megafonía y por la algarabía del graderío.

Estas y otras peripecias cutres y marginales, como lo era también esperar a la apertura de puertas de La Romareda, para ver gratis el final del partido, me han venido a la mente, no sé por qué, ante el bello espectáculo ofrecido por dirigentes de traje caro que, conforme a los valores del deporte y al interés de la gente humilde, se han opuesto a una nueva liga de clubes ricos. El tipo de espectáculo edificante que a uno le hace seguir amando el fútbol y no perder la esperanza en la condición humana.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión