La quinta ola aragonesa del coronavirus parece estabilizarse en una meseta, pero en algunas poblaciones y comarcas la situación es más preocupante, de ahí que se mantengan los confinamientos de Fraga y Tarazona y que la DGA añadiese ayer los de Jaca y las Cinco Villas. 

Aragón tiene que evitar que se repitan las circunstancias previas al verano pasado que propiciaron un brote de la covid, adaptando para ello si es necesario su estrategia de vacunación.

La incidencia a catorce días de la enfermedad en Aragón sigue en ascenso, pero de manera muy lenta, lo que permite aventurar que se va estabilizando; y es posible que el avance de la vacunación esté teniendo en ello cierta influencia. Pero no cabe fiarse e inquietan los focos más activos, como los de Tarazona, Jaca, las Cinco Villas y Fraga, zonas donde la incidencia es muy superior y que han tenido que ser confinadas. Hay además signos de que pudieran repetirse este año las circunstancias que dieron lugar el verano pasado a la segunda ola aragonesa, ligada al trabajo agrícola y a algunos mataderos. Por eso parece razonable que las autoridades se planteen, una vez que estén inmunizados los grupos de edad avanzada, adaptar la estrategia de vacunación para evitar que los desplazamientos de los jornaleros vuelvan a favorecer la extensión del virus.

Añadir a ciertos colectivos en el proceso de vacunación y tener en cuenta algunas condiciones sociales -como los espacios de convivencia- requeriría de nuevos procedimientos y de una adecuada explicación a la opinión pública. Por supuesto, el proceso de vacunación por franjas de edad no debería en ningún caso detenerse; y lo más urgente siempre ha de ser inmunizar a las personas más vulnerables. Conviene recordar la importancia de cortocircuitar cualquier avance de la enfermedad, así como la prioritaria necesidad de lograr una inmunidad de grupo que debe obtenerse mediante una vacunación masiva.