Por
  • Elena Capapé

El agente topo

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Un fotograma de 'El agente topo'.
HERALDO

Se busca a persona de entre 80 y 90 años, autovalente y con buena salud, para trabajo de investigación". Este es el anuncio que Rómulo, detective privado, publica en el periódico chileno ‘El Mercurio’ y que da pie al documental ‘El agente topo’, nominado en los próximos Premios Óscar. Al aviso, acude Sergio, de 84 años, recién enviudado y con disponibilidad para vivir fuera de su casa durante tres meses. Su misión: infiltrarse en un centro de ancianos para indagar sobre el trato que recibe una de las residentes, cuya hija ha contratado a Rómulo. Tras superar su entrenamiento como espía y varias carcajadas después, el agente topo pasa a la acción. Sin embargo, Sergio acabará abordando en el centro otra misión de todavía mayor relevancia que aquella para la que había sido contratado; de esta forma, su bondad será esencial para ayudar a curar la soledad de sus nuevas compañeras. Tras las fiestas de cumpleaños, las conversaciones vitales y la rutina diaria del centro, se esconde el dolor de unas ancianas que tan solo ansían la visita de sus seres queridos y rememoran aquellos tiempos en los que disfrutar de compañía no era incompatible con su edad. Las protagonistas y sus miradas anidan en la memoria del espectador días después; pero, sobre todo, son sus palabras las que se clavan como dardos en la conciencia: "Es cruel esta vida después de todo", confiesa una de ellas. Y, sin embargo, seguimos insistiendo en apartar la mirada de nuestro irremediable y molesto destino: la vejez.

*Profesora de la Universidad San Jorge

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