Desde que se desató la pandemia, María, apasionada de las matemáticas, llevaba todo lo relacionado con la crisis sanitaria al terreno de la probabilidad. En las primeras semanas de estricto confinamiento, recordaba a sus familiares y amigos más reacios a soportar el encierro el obvio principio de acción de masas: la persistencia de una crisis sanitaria provocada por una infección contagiosa depende de la probabilidad de encuentro entre las personas infecciosas y las personas que pueden ser infectadas.

Durante estos meses se ha ido forjando la fama de acertar en sus pronósticos, así que ha creado una especie de consultorio donde le llegan preguntas de todo tipo. Por ejemplo, una amiga de su cuñada que vive en Cuarte de Huerva le preguntó hace una semana si era oportuno reservar restaurante para celebrar su cumpleaños en el centro de Zaragoza el domingo 18 de abril. Tras analizar la evolución de los casos, tuvo la respuesta: "Ni se te ocurra. La probabilidad de que estéis confinados ese día es muy alta". Acertó de pleno.

En las últimas semanas han arreciado las consultas a María relativas a la gran preocupación: las vacunas. Por ejemplo, la vecina del tercero le preguntó: "¿Qué probabilidad tengo, a mis 64 años, de sufrir un episodio mortal de trombosis si me ponen la vacuna de Astrazéneca?". Y, como siempre, la joven hizo sus cálculos y dio una respuesta: "Es tan probable como que te caiga un rayo y te fulmine al instante". Y estuvo a punto de espetarle la coletilla: "Hay más probabilidad de que pierdas la vida por los efectos secundarios de alguno de los medicamentos que te tomas de forma indiscriminada y sin prescripción médica". Pero prefirió callarse y esperar a otro momento para lanzarle este dardo que, aunque se lo tome a mal, le puede salvar la vida.