Cada primavera

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Con cada primavera.
Mariscal / Efe

Una mujer de cierta edad está a punto de ser atropellada por un patinete y, cuando se repone del susto, es ella quien se disculpa. 

El mundo al revés, digo por segunda vez en un mismo día. Me encantaba de niña la versión que Rosa León cantaba de ‘El reino del revés’, cuya letra fue escrita por la poeta y dramaturga argentina María Elena Walsh. «Me dijeron que en el Reino del Revés, un señor llamado Andrés tiene mil quinientos treinta chimpancés que si miras, no los ves». Y como el surrealismo funciona a base de aparentes saltos incongruentes, me acuerdo de Javier Tomeo, de la sardina analfabeta y del cocodrilo que no podía sacar la lengua ni decir adiós en ‘El fin de los dinosaurios’. Sin pedir permiso se sienta a mi lado el fantasma de Gloria Fuertes y me susurra: «Todos los elefantes del circo padecemos del corazón». La poesía vuelve a mí cada primavera y yo la atiendo como a una invitada de lujo. La pena es que se queda pocos días. Pero, entretanto, me alegra la vida. Hago fotos de un ramo de lilas y rosas antiguas que me regaló un amigo, y se las muestro. Pasamos largos ratos en silencio, viendo llover mientras el agua resbala por las ventanas. Pero no me dicta ningún poema porque hace mucho tiempo que perdí los galones de poeta, ya no recuerdo por qué. A la hora del vermú, decidimos que hoy tomaremos el vermú en casa. Saco unas copas antiguas de cristal de Bohemia y brindo con unos versos del gran Fernando Ferreró: «Si yo pudiera, al fin, / abrir tu calavera / y, desatando el hueso, /cortar su laberinto».

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