El aragonés

La Oficina de Lengua Aragonesa está en el CC Manuel Benito Moliner.
'El aragonés'
Rafael Gobantes

La vieja lengua aragonesa, fragmentada en distintas variedades dialectales, agoniza desde hace años en unos pocos rincones del Alto Aragón. 

Es pobre y humilde, y nunca se habla en los salones principales sino junto a las viejas cocinas con olor a leña, fogariles y cadieras. No es enemiga de nadie, pobrecita ella, sino que anda buscando una mano amiga que la ayude en su vejez a cruzar la calle y subir los repechos. Pero es patrimonio de todos los aragoneses, como el claustro de San Juan de la Peña o las iglesias mozárabes o protorrománicas del Serrablo. Yo casi nunca la hablo, aunque la aprendí hace años de la mano de Francho Nagore, porque no es fácil encontrar en Zaragoza con quien hacerlo. Pero leo su literatura, para que no se me olvide. Cuando pienso en ella, pienso en los padres de mi amigo Luis Alegre. Eran éstos gente buena y sencilla, gente de pueblo, pobre y humilde como nuestra lengua. Pero su hijo estaba muy orgulloso de ellos, y los mimaba y respetaba. Los trataba con tanto cariño, los quería tanto, que cuando venían a su casa Penélope Cruz o Maribel Verdú y veían ese amor de Luis por sus padres, acababan por quererlos igual. Eso me gustaría que ocurriera con el aragonés: que le diéramos cariño y lo respetáramos, como aquéllas hacían con los viejos padres de nuestro amigo.

Ansotanos, chesos, tensinos, belsetanes, chistavinos, ribagorzanos, benasqueses… que aún habláis nuestra lengua: sabed que os queremos y os respetamos. Y que estamos orgullosos de vosotros por mantener milagrosamente viva nuestra vieja lengua romance.

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