El milagro repetido de García Abril
El misterio de la creación musical es muy valioso para la persona que lo experimenta y también en términos sociales, cuando aquella se completa al ser compartida. El haber sido bendecido por un destello de ingenio y poder aprovecharlo gracias a los conocimientos y técnicas propios; el tratar de tú a tú con lo inefable; luego el lograr conectar con las sensibilidades de otros… Un milagro, escaso por consiguiente, tanto que existen bastantes compositores que desarrollan una larguísima carrera y nunca llegan a tocar las letras adecuadas.
Antón García Abril sí lo disfrutó y repetidamente además. El turolense, fallecido este miércoles a los 87 años, puede ser considerado entre los autores españoles que han tenido una mayor capacidad transformadora y de comunicación. Da igual que finalmente vaya a ser recordado por su música de auditorio, tan notable en cantidad y calidad, o por la que dejó grabada a fuego en la memoria de varias generaciones poniendo banda sonora a películas y series de televisión. Por su ópera ‘Divinas palabras’ o por la sintonía de ‘El hombre y la Tierra’. Porque lo maravilloso del personaje es que supo ser culto y popular al tiempo, manejarse tanto con la vanguardia como con la tradición, sin imposturas, siempre audaz y siempre riguroso. Se le apreció también por su actividad pedagógica profesional y por su disposición a participar en actividades de divulgación de la música. Suyo es el himno del Aragón autonómico.