Por
  • Julio José Ordovás

Los dos Pepes

Opinión
'Los dos Pepes'
Oliver Duch / Toni Galán

En Aragón hay dos Pepes conocidos, queridos y admirados por todos. O por casi todos, que esta no es tierra de unanimidades. Uno es Pepe Melero y otro es Pepe Cerdá.

Melero ha publicado una selección de sus presentaciones de libros. Pero solo de las presentaciones que ha hecho de libros aragoneses. Yo habría preferido que hubiera incluido otras presentaciones de libros foráneos de las que fui regocijado espectador, pero Melero, ya lo conocen, es como es: todo por Aragón y para Aragón. Esta ‘Vitrina de libros aragoneses’ es una rareza por partida doble: por su limitada edición y porque uno había leído libros de prólogos y de conferencias, algunos de ellos maravillosos, como los de Borges, pero nunca uno compuesto exclusivamente de presentaciones. Como presentador, Melero es insuperable. Sabe cómo elevar la autoestima de los autores y despertar a la vez el apetito de los lectores, evitando la solemnidad y el engolamiento, desplegando su apabullante erudición y arropando con humor y cariño a ese animal frágil e infatuado que es el escritor.

El riesgo al que se expone publicando un libro así, riesgo en el que no sé si ha reparado, es que una marabunta de escritores aragoneses le roguemos que presente nuestras próximas publicaciones, seguros de que nadie lo va a hacer mejor que él.

Cerdá es el Sorolla del Ebro y el Hockney de los Monegros, un pintor que avanza mirando el retrovisor y que, buen lector de Josep Pla, concibe cada una de sus exposiciones como una entrega de su peculiar diario pictórico. ‘Semejanzas’ se titula su nueva muestra en el Museo Goya, con la que está consiguiendo que la gente pierda el miedo a volver a entrar en los museos. Cerdá es un buen retratista y un excelente paisajista. Pinta a la gente que tiene a su alrededor, desde la verdulera al carnicero, y el mundo que ve desde la ventana de su casa o desde la luna de su coche. Su obra es una reivindicación del tan antiguo como noble oficio de pintar, sin sacralizaciones ni romanticismos, pero con personalidad y talento. 

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