¿Os imagináis que...?

Opinión
'¿Os imagináis que...?'
Krisis'21

Hace ya mucho tiempo que los ciudadanos reclamamos que nuestros gobernantes y los que aspiran a serlo, léase oposición, deben cambiar las formas de hacer política en España. Como en los tiempos duros del terrorismo, el grito más unánime es ‘¡Basta ya!’

La afirmación anterior cuenta con muy pocos detractores. No sería sorprendente que, hasta los propios políticos, en un alarde de sinceridad, lo reconocieran. Ni ellos mismos pueden estar ni cómodos ni conformes con su actitud. Pero decir esto es como afirmar con toda solemnidad que el sol sale por el este. Es cierto, pero intrascendente para cambiar algo. La unanimidad en la necesidad de salir de su rutinaria pelea diaria desaparecería como por arte de magia en cuanto comenzaran a discutir hacia dónde emprender un nuevo camino. Cambiaríamos el ‘y tú más’ por el ‘¿son galgos o podencos?’. Todo perfectamente inútil.

Los políticos siguen una agenda de discusiones y enfrentamientos que no aporta
nada a la solución de los problemas 

Desde mi punto de vista la mejor solución solo surgirá de nosotros mismos, los ciudadanos. Pienso que mientras sigamos aceptando los debates que nos proponen, muchos de ellos auténticos trucos de trilero para atraer la atención hacia lo insustancial alejando el foco de lo importante, seguirán administrando nuestro tiempo y nuestra vida en función de sus intereses. Voy a ser más explícita con algún ejemplo sencillo de estas semanas. Discutir si el cierre de bares y comercios se debe hacer dos horas antes o después es jugar al despiste. Si un restaurante no puede servir cenas, poco importa si el toque de queda es a las ocho o a las diez. Si no se materializan ya las ayudas al pequeño comercio de forma ágil, como otros países de Europa hacen, la discusión de cómo se van a repartir los fondos europeos habrá que hacerla en los juzgados de lo mercantil entre los que presenten su correspondiente declaración de situación concursal.

Pero no siempre son los políticos los responsables. Mucho estamos contribuyendo todos con las contradicciones en las que caemos sin darnos cuenta. Autoridades, docentes, estudiantes y ampas están, estamos, en permanente discusión sobre la presencialidad en las aulas. Hay argumentos para todas las posturas posibles. Lo anteriormente comentado sobre los horarios de apertura y cierre es de matrícula de honor. La movilidad urbana e interurbana, no hay quien lo entienda. No me gustaría estar en el puesto de un guardia civil de tráfico dictaminando si un determinado salvoconducto o declaración responsable es suficiente o no. Los planes de vacunación y su cumplimiento recuerdan en exceso a los pícaros de la España del Siglo de Oro. En las últimas semanas se ha generado un nuevo debate sobre qué tipo de mascarilla hay que usar y dónde, sin tener en cuenta que tan importante como el modelo es el tiempo de uso de la misma. Fiestas y celebraciones que exceden las restricciones aparecen todos los días en los medios. Avanzamos hacia la sociedad del sálvese quien pueda y, como la expansión del Universo, acelerando.

Y los ciudadanos les hacemos el juego
entrando al trapo y aceptando los debates que nos proponen

Quizá esta falta de inteligencia social esté favorecida por muchos años de malos gobiernos. De ser testigos de que nada cambia entre las actitudes de las élites dirigentes. De comprobar que el clientelismo de los que ostentan un cargo no solo es el mejor ascensor social, es casi el único. De que toda una generación de ‘millennials’ se ha convertido en otra de ‘pandemials’, que sufren los efectos de una crisis económica a la que unen otra sanitaria, y les espera otra económica. ¿Alguien se acuerda de los JASP, Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados, de los noventa?

Sí, hay muchos motivos para el desencanto y la desmotivación. Pero no podemos rendirnos. No podemos seguir comprando argumentos de los que nosotros somos los únicos paganos. No se trata de hacer la revolución, pero sí de empezar a actuar de otra manera. Cuando en los años ochenta comenzaron los movimientos pacifistas, un eslogan que usaban era uno que decía "¿os imagináis que hay una guerra y no va nadie?". Pues ahora podríamos decir "¿os imagináis que discuten en el Congreso como lo hacen habitualmente y todos apagamos la televisión a la hora del telediario?". U otra frase que dijera "¿os imagináis que se pilla a un político en un renuncio y que los ciudadanos tenemos herramientas para echarlo del puesto?".

Y en esto sonó el despertador y mi sueño se desvaneció.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión