Por
  • Alberto Díaz Rueda

Cataluña, el Gatopardo y Kill Bill

La actriz Uma Thurman en un fotograma de 'Kill Bill'.
'Cataluña, el Gatopardo y Kill Bill'
Reuters

La situación política y socioeconómica en Cataluña tras las elecciones tiene elementos para convertirse en un dramón con resonancias de tragicomedia clásica. Reflexionando sobre el absurdo escenario configurado por los partidos –contradictorios y excluyentes– más los votantes, más el absentismo, uno recuerda al Príncipe Salina (creado por Lampedusa en su novela ‘El Gatopardo’) asegurando con todo el cinismo de la vieja escuela de los terratenientes: "Es preciso que todo cambie para que todo siga igual". Las posibilidades operativas de los bloques con presuntas alianzas como ERC-Junts-CUP y Comuns o, por el otro lado, ERC y Comuns, con el PSC apoyando desde fuera, son un desafío a la trayectoria política de cada uno de ellos, pero posibles dentro del ‘gatopardismo’. Se dibuja una suma de paradojas: el gobierno del inepto Torra, un Parlament bloqueado por sus contradicciones, unos políticos presos o huidos que juegan bazas de inexplicable ‘heroísmo’, una población fatigada hasta el paroxismo, una pandemia mal gestionada. Pero se actúa como si no hubiera ocurrido nada y se colocan otra vez las fichas al inicio de una partida ya perdida antes, sabiendo que no puede prosperar. Se ha corrompido la frase del Gatopardo: "Para qué vamos a votar por cambiar algo, si las cosas ya no pueden ir a peor". ¿De veras?

La participación más baja en elecciones catalanas, el 53,5%, y sus resultados son interpretados como un triunfo por cada uno. Nada que objetar, es lo corriente en esta democracia española que debería estar en la UVI. Aun así, la política de bloques identitarios se mantiene ignorando los hechos: una pura y patológica negación de la realidad. Más de millón y medio de electores se quedaron en casa. ¿Por la pandemia? Quizá más bien por agotamiento. Los ‘indepes’ han perdido más de 600.000 votos respecto a 2017. Y se quedan, todos ellos, en un 27% del censo. Pero también los que rechazan rupturas, mal llamados ‘españolistas’, han dejado en casa 900.000 votos. Como secuelas peligrosas, crece la presencia de Vox y las bravatas antisistema de la CUP. Aunque todos los excitables partidarios de noches de cuchillos largos y fogatas urbanas, en los dos extremos, apenas llegan a 400.000. Y estamos hablando de cinco millones y medio de catalanes.

La situación política catalana después de las elecciones del 14 de febrero se mueve entre paradojas

Cataluña parece estar a punto de recibir lo que en ‘Kill Bill’, la película de Tarantino, se definía como los golpes de presión del maestro chino de kung-fu: los cinco puntos que hacen explotar un corazón. Imagínenlo: David Carradine es Cataluña y Uma Turman la ciudadanía catalana. El primer golpe es la pandemia y su pésima gestión; el segundo, los bloqueos y cordones sanitarios que unos partidos desprestigiados y absortos en sí mismos pregonan para contentar a la minoría cavernícola; el tercero, las vitaminas concedidas a los extremos populistas de los dos lados; el cuarto el empeoramiento de la situación económica y la falta de futuro claro en Cataluña; y el quinto y definitivo, la enorme abstención de votantes que han pasado de su derecho a tener un Gobierno que les represente.

La alta abstención, las contradicciones y los vetos cruzados de unos partidos desprestigiados hacen pensar en la conocida novela de Lampedusa

Volvamos a la película. Tras haber recibido los cinco toques, Carradine, bamboleante, sabe que después de dar cinco pasos, caerá muerto. En Cataluña el plazo es más largo: el 26 de marzo se cumple todo el proceso, caso de que en 20 días se pueda constituir la Mesa del Parlament. Que se presente un candidato a presidente de la Generalitat y sea aprobado en la fecha indicada. Aquí nos separamos de la película. Hay posibilidades aunque a Hércules se lo pusieron más fácil: sus 12 trabajos eran fruslerías comparados con el hervidero catalán de avispas. Quizá algunos políticos ingeniosos –los hay– sugiera frenar a la Fiscalía que reclama la vuelta a prisión de los políticos presos; se busque la fórmula legal –la hay– para declarar un indulto general; se silencie a los extremistas utilizando tajantemente los medios de los que dispone la ley y, en fin, hacer que el PSC se despierte y vuelva a poner en circulación el federalismo como opción más o menos lejana pero siempre pactada. Y, por supuesto, que se derriben los bloques y se decrete una Unión Nacional para sacar a todo el país, Cataluña incluida, del marasmo que nos ahoga. Quizá algo así evitaría el colapso y la bancarrota.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión