Opinión
'Titúlame'
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Cuando pensábamos que los nuevos partidos nos iban a dar una lección de cómo gobernar, resultó que prefirieron explicar antes a otros sectores cómo hacer bien su trabajo. Me recuerda a una frase que decía algo así como que la mitad de los españoles critican el trabajo del resto sin saber hacer demasiado bien el suyo. Puede ser. De un tiempo a esta parte algunos de estos partidos se han puesto estupendos con el periodismo y, la verdad, a mí no me van a coger clamando por una existencia sin crítica a los medios de comunicación. A cualquier sector le viene bien cuestionarse y que le cuestionen, siempre que el fin real sea mejorar ese campo y no, como está ocurriendo, dominarlo.

El periódico perfecto del político es su argumentario. Por eso es fácil identificar los masajes de los que se consideran adalides de la libertad de prensa a los medios que concuerdan con su línea editorial. Y eso pasa en todos los polos ideológicos. Si uno deja a un político ver una información que le afecta antes de publicarse, éste empezará poniendo alguna objeción leve para terminar grabando su titular en piedra. Es un proceso lógico cuando no se entiende en qué consiste el papel de un medio de comunicación, que no es ni siquiera el de la equidistancia ideológica sino el de la defensa de una mirada del mundo, de su libertad para ejercerla y de su veracidad para soportar el paso del tiempo, el juicio público y hasta el legal.

Pero todo esto cae en saco roto si no es el lector, escuchante o televidente quien lo entiende. El menosprecio a los medios de comunicación que no concuerdan con nuestra ideología solo erosiona nuestra calidad democrática. Y esto es una pena en un presente en el que gozamos de libertad de prensa en el quiosco, en la pantalla del móvil u ordenador: podemos consumir una cantidad ingente de medios y, con la llegada de las redes sociales, el periodista también ha perdido el púlpito que podía sentir ostentar en décadas anteriores. Pero esto debería servir no para lanzar titulares entre lectores como armas arrojadizas sino para seguir puliendo con tino y humildad el oficio de contar el mundo. La calidad del periodismo es responsabilidad de la sociedad civil. No lo duden: si los políticos lideran este debate, el terraplén solo conducirá al fomento de los panfletos.

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