Por
  • Eva Pérez Sorribés

Nuestro Este

Elecciones en Cataluña
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Madrid no entiende España. Ni la conoce más allá de la M-30. Es lo que me dijo un aragonés, secretario de Estado del Gobierno de Rajoy cuando le pregunté por Cataluña. Roberto Bermúdez de Castro vivió en el ojo del huracán del secesionismo aquel fatídico octubre de 2017 y ahora reflexiona sobre lo que fue y lo que no, y pide, con serenidad, volver a la normalidad. A Aragón le va mucho en ello. Compartimos con Cataluña genes y balances, lengua, historia, cultura y patrimonio y las fronteras, como los muros, solo están en la cabeza y en algunos discursos políticos. Somos muchos los aragoneses con sangre de ambos territorios y es ésta, como el agua del Ebro que también compartimos, la que nos tira hacia reconciliaciones de las que nos aleja el furor independentista y el desprecio españolista. Es la mala política la que divide en vez de unir y somos después los ciudadanos los que la sufrimos. Pero la leche del Cacaolat seguirá saliendo de las vacas del Pirineo oscense y el jamón de Espuña loncheándose en Utrillas, y mejor así. En la globalidad del mundo, la covid también ha dinamitado fronteras, y en la normalidad democrática que existe y menosprecian solo los privilegiados que nunca han padecido su carencia, queda espacio para buscar soluciones justas incluyendo diferencias y respeto a todos los territorios. España no es Malasaña ni el barrio de Salamanca. Cataluña tampoco es solo el lazo amarillo. Cuanto antes lo entiendan los que desde hoy tienen algo que decir y mucho más por hacer, mejor para todos.

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